VIII

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El aire en el jardín estaba cargado de humedad.

Las hojas de las plantas brillaban bajo la luz tenue de la mañana, pequeñas gotas de rocío resbalaban por los tallos, creando un suave susurro que encontraba tranquilizador.

Estaba concentrado, observando las venas de la planta que el tigre le había dado el día anterior.

El aroma terroso y el fresco perfume de las hojas llenaban sus pulmones, pero una inquietud latente no lo dejaba en paz.

Algo en el aire había cambiado.

De repente, el viento pareció detenerse.

Las hojas dejaron de susurrar, el jardín quedó en un silencio casi sepulcral.

Se irguió, su corazón comenzaba a latir con más fuerza.

Los instintos de conejo lo mantenían alerta, su lado animal siempre preparado para huir al primer signo de peligro.

Y lo sintió antes de verlo, como un escalofrío recorriendo su espalda.

Una sombra se proyectó frente a él.

No necesitó voltear para saber que alguien lo observaba.

— Vaya, qué coincidencia encontrarte aquí solo, omega. — La voz era grave, rasposa, con una dulzura falsa que envolvía una amenaza oculta.

Tragó saliva, el sonido seco en su garganta resonó en sus oídos como un eco solitario.

No se atrevió a girarse de inmediato.

Su instinto le decía que correr era inútil.

Su corazón latía rápido, y aunque su mente trataba de encontrar una salida, sabía que estaba atrapado.

— Solo estoy... cuidando las plantas. — Su voz fue baja, una excusa vacía que ni siquiera él creyó.

El alfa detrás de él no iba a irse.

Un paso más.

El aroma familiar del hombre lo envolvió, un alfa ocelote, ese olor dominante y amargo que hacía que todos sus sentidos gritaran de alerta.

Sintió cómo el pelo de su nuca se erizaba.

Apretó la planta entre sus dedos, deseando que la tierra lo tragara, que de alguna forma pudiera desaparecer.

— Estás muy tenso, Jimin. — El ocelote murmuró su nombre como si fuera una caricia, pero en realidad era un veneno suave que goteaba en su oído.

Una mano rozó su hombro y dio un respingo, el miedo golpeándolo como un torrente de agua helada.

— No... no estoy interesado... — murmuró, tratando de sonar firme, pero su voz temblaba.

Se obligó a apartarse, dando un pequeño paso, pero el hombre no se detuvo.

— Vamos, solo estamos hablando. — El tono del alfa era despreocupado, pero su cercanía se volvía opresiva, sofocante.

Sentía el peso del mundo caer sobre él.

El aroma fuerte del alfa lo invadía, su lado omega retrocedía, temeroso, como una presa acorralada.

Las palabras no tenían ningún efecto.

Sus negativas no servían de nada.

— No... — susurró, su garganta cerrándose mientras el otro ignoraba su rechazo.

Cerró los ojos, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a ceder, la resignación de años siendo el omega que todos usaban, el que siempre era demasiado dócil, demasiado fácil de pasar por alto.

Back to Instinct [N.J, Y.M, V.K, V.H]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora