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¡Atención, contenido obseno! Mención de sangre!

Si no te gusta este tipo de lectura, eres libre de irte y saltar el capítulo.

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La noche cayó.

Mi habitación era pequeña, pero era bastante espacio para mí sola. Al menos algo bueno...

Lo único malo; la habitación del Padre Charlie está junto a la mía en el pasillo.

Me muevo entre las sábanas, sin lograr conciliar el sueño. Tal vez algo caliente me haga dormir, un vaso de leche o agua... Lo que sea. Mi garganta estaba seca. Me levanté del colchón y me puse una bata color crema sobre el camisón. Las pantuflas bajo mi cama eran lo más cálidas posibles en aquella habitación fría y oscura. Encendí la pequeña luz del velador y abrí la puerta con cuidado, viendo la luz del pasillo apagada.

Camino con cuidado hasta encontrarme con la cocina, pero la luz de esta está encendida. Entro con cuidado y veo al Padre Charlie. Sentado frente a la mesa con una taza de te y un periódico. Son casi las once de la noche, ¿Y lee el periódico?

Entré con cuidado, pero no importó cuánto silencio hiciera, el parecía que ya me había sentido venir. Sus ojos se posan en mí, sus labios, que recién estaban en una línea recta, se curvan en una ligera sonrisa.

-¿Sigue despierta, Hermana?

Asiento brevemente.

-No he conseguido dormirme.

Voy por un vaso de agua, pero una mano me detiene. El Padre Charlie sostiene mi mano, mi vista se vuelve hacia el. Sus ojos están fijos en los míos, comienzo a temblar ante su tacto. Su mano estaba cálida, casi tanto como su presencia inquietante.

-El agua no ayudará, pero esto tal vez si-en su mano libre sostiene una taza con un líquido amarillento-. También tengo problemas para dormir.

-¿Qué es?

-Té de margaritas. Es muy efectivo, pruébalo esta noche. Si no funciona, encontraremos otra forma de causarte sueño.

-Se toma muy enserio el papel de cuidador, ¿No es así?-dije, aceptando la taza caliente y acunando la cálida porcelana entre mis manos.

Él ríe.

-Debemos llevar una relación sana, ¿No te parece? Tu madre me torturaria si se entera que no descansas bien.

-No opino lo mismo...-murmuré, llevándome el borde de la taza a los labios.

Tomé un ligero sorbo del liquido caliente, sintiendo el nectar bajar lentamente por mi garganta hasta calentar mi estómago. El sabor es casi amargo, y corría por mi lengua un hilo de dulzor. Vuelvo a beber otro sorbo, observo al Padre Charlie.

-Gracias.

-No es nada-dice, con la misma sonrisa-. Es tarde. Te llevaré a tu recámara.

Asentí.

Mientras bebía el té, sentía los huesos tibios, el frío desapareció y fue intercambiado por un leve calor que subía desde mi pantorrilla hasta mi rostro. Mi cuerpo se relajó, comenzaba a sentirme somnolienta. El efecto era demasiado rápido... El Padre Charlie y yo caminamos juntos hacia las habitaciones. Una vez que estoy frente a la mía, me doy cuenta de que su brazo izquierdo ha sostenido mi cintura desde que salimos de la cocina. La sangre hierve en mis mejillas mientras me doy la vuelta, su rostro cambió, ahora está en una muy extraña paz.

-Dame la taza-me dice, lo miré confundida. Luego observé la taza entre mis manos; estaba vacía. Había bebido el té y nisiquiera me había dado cuenta. Extiendo la taza color crema hacia sus manos que, sin querer, chocan contra las mías. Dándome un ligero choque de electricidad en todo mi cuerpo-. Que descanses.

Sus ojos me rodean mientras entro a la habitación.

-Buenas noches.-logré decir mientras me escondía bajo las sábanas.

Oigo la puerta cerrarse, levanto lentamente las sábanas y me encuentro sola en la habitación. Suspiro del alivio y me destapo, quitándome la bata. Estiro las piernas en la cómoda cama, sintiendo el cuerpo ligero ante el roce de la colcha en mi piel.

Me acomodé y, en cuestión de segundos, mis ojos se cerraron.

Pero, a los segundos, sentí una molestia entre las piernas. Como si una larga y fría cuerda se deslizara entre mis muslos, corriendo lentamente hacia mi coño. Mis piernas se abren despacio, dejando al objeto frío acercarse, intento cerrar mi entrada, Pero hay una fuerza que me lo impide.

El frío toca mi cálido clítoris, haciéndome estremecer ante el contacto. Un jadeo se me escapa, tan fuerte, tan placentero, que siento como aquella fuerza pone una manta sobre mi boca. Luego, el calor. Aquella fuerza apreta uno de mis pechos, masajeando. Siento un toque delicado sobre mi clítoris, como aquel frío se adentra más y más hasta llegar al fondo de mi interior, siento como si la piel me quemara. Intento moverme, intento hablar, pero parece que no soy fuerte, no siento las manos, ni los pies, ni la cabeza. Solo siento el frio tocarme el pecho, el coño, y el trasero.

Hay algo en este escenario que me resulta placentero. Hay algo en estos toques que jamás había experimentado. Hay algo que deseo; que lo que sea que me esté tocando, por Dios, que no se detenga.

-Que no se detenga...-murmuré, sintiendo mi espalda erguirse ante el continuo circulo de viento que había en mi coño.

Siento algo mojado sobre mi estómago, una corriente húmeda que me besa desde el centro de los pechos hasta el vientre. Como una serpiente hambrienta de mí.

Vuelvo a jadear, siento como si mi interior se contrajera. Mis pliegues apretan aquel frío tan fuerte que siento que voy a sangrar. Segundos después del horror y el dolor entre mis paredes, abrí los ojos.

Me senté en la cama tan rápido que mi espalda crujió. Mi pecho se agita con fuerza, apreto los muslos uno contra el otro, una sensación de alivio me invade.

Ha sido solo un sueño.

Miro alrededor, la habitación es iluminada fuertemente por el sol que entra por la ventana. Muevo la cadera ligeramente, sintiendo algo húmedo y caliente entre mis piernas, cuando levanto la sábana, suelto un gemido de pesadez.

-Maldita sea... -me cubro el rostro con las manos al ver la colcha manchada en sangre.

Luego un cólico.

-¿Qué hago?

Night Sinners |Father Charlie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora