Capítulo 7: Fuego en las Fronteras

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El cielo estaba oscuro, cubierto por un manto de nubes grises que se arremolinaban sobre las colinas nevadas del norte. El aire helado era cortante, y las banderas del ejército real ondeaban pesadamente sobre el campamento de Lord Felon. Las tropas habían estado acampadas en la frontera durante días, esperando órdenes claras sobre cuándo avanzar hacia las posiciones rebeldes. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable. A pesar de la quietud del paisaje, todos sabían que la guerra estaba a punto de estallar.

Lord Felon caminaba entre las filas de sus soldados, inspeccionando las preparaciones para la batalla que sabían que se avecinaba. Su rostro estaba marcado por la impaciencia. Era un hombre de acción, y cada día que pasaba sin enfrentarse a los rebeldes lo carcomía por dentro.

—Mi señor, los exploradores han regresado —dijo Capitán Regor, acercándose rápidamente a Felon—. Han avistado movimientos importantes en el campamento rebelde a menos de un día de marcha desde aquí. Parece que están preparándose para atacar.

Felon detuvo su paso y giró para mirar al joven capitán. Regor, un estratega prometedor pero relativamente nuevo en el campo de batalla, había estado a cargo de las avanzadillas. Su juventud no ocultaba su astucia militar, pero Felon sabía que aún tenía mucho que demostrar.

—¿Cuántos hombres tienen? —preguntó Felon, con el tono serio que solía usar en situaciones como esa.

—Parece que han reunido al menos cinco mil hombres. Más de lo que habíamos anticipado, pero muchos parecen ser campesinos armados, mal entrenados —respondió Regor, con una leve preocupación en su voz—. Pero han recibido refuerzos de las tribus nómadas del oeste, como habíamos previsto.

Felon asintió. Aunque el número era alto, confiaba en que sus tropas mejor entrenadas podrían enfrentarse a los rebeldes. Sin embargo, no podía ignorar el hecho de que sus propios hombres estaban impacientándose.

—Envía un destacamento para frenar su avance —ordenó Felon—. No quiero que se sientan demasiado cómodos. Mantendremos nuestras posiciones aquí, pero quiero que sepan que no los dejaremos acercarse más.

Regor asintió, listo para ejecutar la orden, pero antes de marcharse, hizo una pausa.

—Mi señor, hay algo más —dijo, su tono más bajo, como si dudara en continuar.

Felon lo observó con los ojos entrecerrados.

—¿Qué pasa, Regor? Habla.

—Uno de mis exploradores reportó haber visto a un emisario viajando desde el campamento rebelde hacia el sur... directamente hacia nuestras líneas. No parecía ser un mensajero común. Iba bien protegido, casi como si esperara encontrarse con alguien importante.

La expresión de Felon se endureció. La idea de que los rebeldes estuvieran en comunicación con alguien dentro de sus propias filas lo hacía hervir de rabia. Traidores. Siempre traidores.

—¿Sabes hacia dónde se dirigía? —preguntó Felon, sus palabras pesadas con la ira contenida.

—No lo sabemos con certeza, pero parece que iba hacia una pequeña villa cerca del río. Podría estar buscando una ruta segura para escapar, o algo más... —Regor dejó la frase en el aire, pero el significado era claro.

Felon frunció el ceño. Si había un traidor dentro de sus propias filas o en las aldeas cercanas, debía detenerlo antes de que pudiera causar más daño. Miró a Regor con una determinación implacable.

—Reúne a un grupo de tus mejores hombres. Quiero que encuentres a ese emisario y descubras a quién está buscando. No dejes que escape, Regor. Si hay un traidor entre nosotros, quiero su cabeza.

Las Llamas del Poder: El Reino del ZorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora