Anelise se sentía emocionalmente feliz y eso la ayudó a desenvolverse en la otra parte de su vida que no le resultaba tan agradable. Lo que menos le gustaba eran las interminables cenas que debía organizar con el recuerdo siempre presente de aquella primera vez y su funesto error con el duque de Whitby.
Llevar una casa no era algo nuevo para ella, pero ahora comprendía lo distintas que eran en el fondo las costumbres americanas respecto a las inglesas. Debía respetar el estatus del servicio tanto como el de rango nobiliario. En primer lugar estaba Binney, el mayordomo, cuyo cometido era mantener a todo el mundo en su lugar. «Incluso a mí», pensó Anelise con una perversa sonrisa.
El dominio de Binney estaba circunscrito a todo aquello que tuviese que ver con los hombres y era respetado tanto abajo como arriba. En un palacio como Godinton House, después del mayordomo estaban el ayuda de cámara y el submayordomo, a los que seguían los lacayos. En el apartado femenino, que mantenía una prudencial similitud con la parte masculina, estaba en primer lugar el ama de llaves y a continuación las doncellas.
Por suerte para Anelise el servicio de su casa no era tan abultado como el de los condes. Aparte de Binney, el mayordomo, estaba la señora Hoover, el ama de llaves, Walpole, la doncella principal, Filingham, la cocinera, y Josie, su ayudante. Además contaban con un lacayo y una doncella más, muy lejos del enorme cuerpo de servicio de Godinton House.
Al principio Anelise trató de mostrarse cercana y sencilla frente a ellos, pero pronto comprendió que lejos de agradarles les incomodaba su actitud. Cuando le preguntó a su marido, le contestó divertido que los criados eran muy inteligentes y sabían que aquello acabaría perjudicándoles frente a otras personas. Concretamente frente al resto de los habitantes de Inglaterra.
—Binney, cada día eres más estirado. Si sigues así van a tener que nombrarte lord.
La puerta de la biblioteca se abrió y la tía Mauve entró con su habitual entusiasmo. Anelise se levantó para recibirla con afecto.
—Querida tía, precisamente estaba pensando en usted —dijo la americana mostrándole el libro que tenía en las manos—. Gracias, Binney.
El mayordomo cerró la puerta tras él y la tía Mauve miró a Anelise con expresión divertida.
—Este hombre sería un buen compañero para nuestra reina —dijo bajando el tono—. Seguro que con ella se sentiría mucho más cómodo. Estoy segura de que el negro es su color preferido.
Anelise trató de no reírse, no estaba bien seguirle el juego. Lo cierto era que la tía Mauve era el miembro de la familia con quien mejor se entendía. Solían hablar de literatura y de feminismo, algo que no se podía tratar en casi ningún salón de los que frecuentaba.
—¿Cómo has conseguido ese ejemplar de las cartas de Mary Wollstonecraft? —preguntó lady Cadwell quitándoselo de las manos.
—Empiezo a tener influencias en Inglaterra —dijo Anelise con expresión misteriosa.
—Has conocido a lady Beufort.
Anelise abrió la boca sorprendida.
—¿Cómo lo has...?
—La vi anoche en la cena de los Stuart y me lo dijo —sonrió la tía Mauve—. ¿Ya las has leído?
—Llevo la mitad y debo decirte que estoy emocionada. Mary Wollstonecraft fue una mujer extraordinaria, con una mente lúcida y una inteligencia superior.
—Estamos totalmente de acuerdo —dijo lady Cadwell—. No sé qué haces aquí, pequeña. Pudiendo estar en un país joven como América, no comprendo que quieras enterrarte en este pozo de tradiciones y convencionalismos que es Inglaterra. Si fuese por la reina andaríamos todas de puntillas y hablando en susurros.
ESTÁS LEYENDO
Whispering Heart
عاطفيةAnelise Vandermer es la hija de uno de los hombres más ricos de Nueva Selig. Vandermer, dueño de una potente naviera y con una fervorosa afición a los caballos. La familia Vandermer tiene un enorme capital, pero para Hana, la madre de Anelise, hay a...