Capítulo 19

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Estimado Rayner.

Hoy es su quinto cumpleaños. Después de mucho insistir, con esa labia que ha heredado de su padre, Lowell ha conseguido que su abuelo le regale un poni. Siempre quiere venir conmigo a montar, pero hasta ahora era demasiado pequeño para hacerlo. No me gusta mucho la idea de que tenga un caballo, es un niño demasiado atrevido, no le teme a nada. Estoy segura de que será un jinete audaz y temo que acabe con algún hueso roto, pero no quiero privarlo de disfrutar al máximo de su vida.

He decidido que vaya a la escuela. No le pondré una institutriz. Quiero que se relacione con otros niños y que tenga muchos amigos. Es un niño muy sociable, hace amistad con cualquiera que se le acerque. Supongo que no es lo acostumbrado para alguien cuyo padre algún día será conde, pero es lo que quiero para él.

Hoy hemos hablado de ti, me ha pedido que le explicase cosas de su padre y lo he hecho. Le he hablado de todos los momentos felices que vivimos. También le he enseñado una fotografía y le ha hecho mucha ilusión verte. Me ha pedido que la pusiera en un marco y le dejara tenerla en su habitación. Le he dicho que sí.

He concertado una visita con el doctor Freud para después del verano. Como te dije, las conversaciones que he mantenido con él por carta han sido muy esperanzadoras. Tiene unos métodos algo controvertidos, pero lo visitaré y me dejaré guiar por mi instinto maternal. Mi padre nos acompañará, así que no debes preocuparte por nada. Te mantendré informado puntualmente.

Sigo recibiendo y respondiendo a las cartas de tu abuela, la duquesa viuda, y también a las de tu tía Mauve. Las dos me siguen considerando de la familia y, aunque conocen la situación, se dirigen a mí como tu esposa y me hablan con respeto y cariño. Tu tía amenaza con venir a visitarme. Sí he sonreído. En realidad es una buena noticia, me gustará mucho verla.

La tía Mauve me pidió en su última carta que cuando te escribiese te hablase de mí, que sabía a ciencia cierta que te interesaba saber cómo era mi vida, pero es que mi vida se centra por completo en Lowell y no tengo nada que contar que no se refiera a él. No asisto a eventos sociales, ni cenas, ni bailes. Apenas salgo de casa si no es con nuestro hijo. Lo único que continuo haciendo para mi disfrute personal es leer y montar a caballo. Peka es ya mi mejor y única amiga.

Espero que la temporada veraniega sea tan agradable como siempre.

No tengo más que contarte, así que me despido ya.

Tuya, siempre.

Anelise.

Rayner apoyó la carta en su pecho y dejó que sus ojos vagasen por su destartalado cuarto. Cogió el whisky y bebió un largo trago buscando el calor dentro de la botella. No podía leer sus cartas sin ayuda, necesitaba el alcohol para soportar las heridas que le causaban sus palabras. Frunció el ceño al ver la basura esparcida por la alfombra. Quizá no debería haber despedido a la última criada que su padre le había mandado, pero era una insolente y no era nadie para darle sermones.

Caminó tambaleante hasta la ventana y abrió un poco las cortinas para mirar hacia afuera. Se escuchaba la lluvia golpear contra la madera. A pesar de estar muy nublado, la luz le hizo daño en los ojos y volvió a cerrar rápidamente.

Su hijo había preguntado por él. Incluso había colocado una fotografía suya en su cuarto para verlo todos los días. Él también tenía fotografías de Lowell. Anelise se las mandaba de vez en cuando para que lo viese crecer. Había una en aquella mesita, aunque a causa del alcohol no podía verla desde allí. Atravesó la habitación para acercarse y tropezó con los platos de la cena de la noche anterior. Cayó al suelo y maldijo en voz alta a la criada por no recogerlo. Entonces recordó que no tenía criada y se rio a carcajadas de su estupidez.

Whispering HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora