Dragón Rojo (Omegaverso/GrimmIchi)

Mi gran amor

LXVII

/Grimmjow J./

Hay ocasiones en las que me pregunto, qué habría sido de mi vida si hubiera elegido tomar un camino diferente. Quizás aquella vida de paz y tranquilidad que mi madre quería para mi. Una dónde viviera con menos violencia y fuera eso que de alguna forma, todos esperaban de mí, una buena y entrañable persona, alguien en quién confiar, un alfa prime digno de admirar. Uno que siguiera el curso de su naturaleza como un líder al cual poder seguir y adorar sin miedo a que su nombre sea pronunciado.

Admito que en mis peores momentos, esa imagen de lo que nunca fui, parece un consuelo lejano, aunque no uno al que haya querido acudir porque me gusta ello como solamente una idea en mi mente. Porque a pesar de que mi nombre no será llamado por lo alto, ni como un sinónimo de paz, sé que quedará inmortalizado en la eternidad. Será que la otra cara de mi naturaleza es la de ser ambicioso, la de desear demasiado, la de querer poseer todo a mi paso.

Por lo que siempre llego a la misma conclusión, mi vida pudo haber sido diferente, buena, tranquila y amable, pero también tan jodidamente aburrida. Inaceptable. Después de todo, si hay algo que se dice sobre la sangre de dragón es que es poderosa, pero también altamente destructiva y por ello sus portadores, aunque brillan con una grandeza inigualable, eventualmente terminan pereciendo en su propia locura al verse consumidos por su poder.

No un mal final si me lo preguntan, prefiero morir en la gloria absoluta sobre lo más alto aún si soy derribado, que ver mi vida pasar delante de mis ojos como un débil que tuvo miedo de volar demasiado cerca del sol. No, no yo, el miedo es algo que dejé atrás hace muchos años cuando enterré a esa vieja versión de mi, porque si he de extinguirme lo haré tras dar la pelea de mi vida, una que los cielos jamás olvidarán.

Confieso que hace años que no pensaba en cosas así, pero ahora, cuando mi combate contra ese otro alfa prime empieza a acercarse, si bien no cabe en mi la mínima idea de perder, la adrenalina que me provoca por fin pelear con alguien que podría igualar mi fuerza indudablemente me hace pensar en la muerte, principalmente en la de mi oponente, pero también en la mía.

Pelear hasta que uno caiga, vaya dicha.

Aunque casi de inmediato me recuerdo que no me debo dejar llevar demasiado por mi locura, no querría hacer enojar a Ichigo, ese cachorro perfecto y hermoso, el cual además de ser la fuerza en mis entrañas, hace poco terminó de llenarme el corazón de alegría al darme tres preciosos hijos, a los cuales tengo toda la intención de ver crecer a su lado.

Míos, mis cachorritos, mi manada, la familia con la que siempre soñé y que Ichigo me hizo el honor de darme.

Hay una diminuta parte en mi mente que llegó a pensar que debí enojarme con él ante aquello que me ocultó, pero la verdad es que en mi corazón no existe más que adoración absoluta por mi omega, aquel que no sólo me eligió por encima de todos, sino también con el que comparto la felicidad de vivir cada día.

Eso y que yo no soy ninguna blanca paloma, también tengo secretos, cosas que aún le oculto, no por desconfianza, sino por su seguridad. Oh sí, absolutamente todo lo que hago es para que Ichigo pueda tener una buena vida; al menos eso es lo que siento que se merece después de que gracias a él he conocido la dicha como hombre y alfa. Aún cuando para llevarlo acabo tengo que soportar a gente patética y estúpida, aunque también muy fácil de manipular.

—Gran dragón, me honra no solo con su presencia, sino también con su propuesta, pero...no sé, no sé si sea lo más apropiado, si mi padre se entera...—me dice el estúpido intento de alfa que tengo delante, ya parece lo suficiente nervioso de estar en un lugar cerrado conmigo, pero aún así no desaprovecho el liberar feromonas no agresivas, pero si pesadas y opresivas, algo que sólo los de mi tipo pueden usar. El efecto es inmediato, tanto él como sus dos guaruras empiezan a respirar agitadamente ante el temor que empieza a invadirlos.