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Debió haberse dado cuenta antes

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Debió haberse dado cuenta antes.

Desde el preciso instante en que no fueron a la biblioteca como todas las mañanas, tendría que haberlo sabido. Cuando se pasaron el día completo encerrados en la habitación, debió percibirlo. Maldición incluso Kreacher le había advertido que los gemelos no comieron, pero él, absorto en sus propias investigaciones, no prestó ni la más mínima atención.

Y estas... estas eran las consecuencias de su negligencia.

—Madre...—la voz de Draco lo sacó de sus pensamientos, y al mirarlo, Regulus vio el terror reflejado en los ojos grises de su sobrino. Su sobrino, siempre tan controlado, ahora apenas contenía las lágrimas que amenazaban con desbordarse, el rostro pálido y los labios temblorosos.

—Draco, ¿qué está pasando?

Pero Draco no respondió. En su lugar, giró la mirada hacia Harry quien estaba lejos de estar bien. El niño llevaba el pijama arrugado, su cabello estaba más desordenado de lo usual y su piel pálida estaba marcada por profundas ojeras. Sus ojos esmeraldas, que solían brillar con determinación, ahora estaban apagados, vidriosos y agotados, como si no hubiera dormido en días.

Y Harriet... por el amor a Merlín, la pequeña Harriet. Incluso desde lejos, Regulus pudo ver que la niña estaba ardiendo en fiebre. Una toalla húmeda reposaba sobre su frente, pero no estaba funcionando. Sin pensarlo más, él, Narcisa y Severus comenzaron a acercarse a los niños.

—¡No se acerquen! —la voz de Harry, rota y desesperada resonó en el aire, congelando a todos en su lugar. El pequeño estaba temblando violentamente, como si su cuerpo no pudiera soportar más el peso de lo que llevaba dentro.

—Harry cariño, por favor, permítenos... —dijo Narcisa, pero antes de que pudiera terminar, el niño comenzó a sacudir la cabeza con vehemencia, como si sus pensamientos eran demasiado pesados ​​para contenerlos.

—¡NO! ¡No se acerquen! —gritó con intensidad—¡Yo soy el hermano de Harriet! ¡Yo soy el que la cuida, siempre lo hice!

El chico comenzó a respirar de manera irregular, como si cada inhalación fuera una batalla que estaba perdiendo. Sus palabras se convirtieron en murmullos caóticos.

—Los adultos... los adultos siempre... siempre nos hacen daño—jadeaba Harry, entrecortado, incapaz de controlar el ritmo de su respiración, cada vez más acelerada. Sus pequeños hombros se movían convulsivamente con cada intento fallido de tomar aire.

—Un ataque de pánico —murmuró Severus con voz baja, casi un susurro, como si temiera que las palabras pudieran hacer estallar el frágil equilibrio en el que Harry se encontraba.

Regulus asintió para después acercarse lentamente, con las palmas abiertas, como si se aproximara a un animal herido. Sabía que cualquier movimiento brusco podría empeorar la situación se arrodillo frente el habia notado que ese gesto calmaba a los gemelos y con una voz tan suave como podía.

Los gemelos Potter y la noble casa de los BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora