¿Qué harás ahora? - Cap 24 Temp 3

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¿Eso dolió?

No.

Eso fué más que dolor.

Mucho más que un dolor común y corriente.

Eso era un balazo en el corazón.

¿Qué digo? Fueron diez balazos al corazón.

¿Estás de broma, Collete?

No, idiota. No lo estoy. Edgar se va de la ciudad.

P-pero...

Sin peros. Me das asco.

Me siento terrible, Collete. Lo sabes.

A la hora de recibir el beso no te sentiste así, eh.

Draco resignó internamente.

¡DIJE QUE NO FUE MI CULPA!

¡CÁLMATE, IDIOTA! ¡NADIE TE ESTÁ GRITANDO!

Draco se aproximó a Collete con una ferocidad desbordante, sus manos temblorosas casi se cerraron sobre los hombros de ella, como si el peso de su desesperación necesitara sostenerse en algo tangible. Su mirada, oscura y llena de un tormento incontenible, la atravesaba con una urgencia que no podía disimular.

Cada fibra de su ser clamaba por respuestas, por saber dónde se encontraba Edgar, como si la ausencia de esa información amenazara con consumirlo por completo. No iba a permitir que la incertidumbre lo devorara, y cada latido en su pecho le gritaba que no se detendría hasta obtener lo que buscaba, sin importar el costo.

¿¡DÓNDE DEMONIOS ESTÁ EDGAR?!

¡EN EL SÓTANO, JODER! PERO DEJA DE GRITAR!

El rockero cesó sus gritos abruptamente, no porque hubiera encontrado paz, sino porque la conversación ya había llegado a su inevitable conclusión. En un movimiento veloz y ágil, se impulsó sobre la caja registradora, deslizándose con destreza para luego salir disparado hacia el sótano, donde sabía que Edgar se encontraba.

El miedo no tenía lugar en su mente; lo único que lo impulsaba era la necesidad de rogarle, una última vez, que no se fuera. Sabía que esa súplica podía ser inútil, pero el deseo de retenerlo, aunque fuera un momento más, lo llevaba a desafiar cualquier cosa.

Allí estaba, descendiendo las escaleras temblorosas y cubiertas de polvo que conducían al sótano, con el corazón latiéndole en el pecho y una ansiedad feroz por ver a su niño una vez más. Cada paso resonaba en el espacio sombrío, y a medida que bajaba precipitadamente, su voz se alzaba, desgarrada, gritando el nombre de Edgar con una mezcla de desesperación y esperanza.

Al final de esas escaleras, en medio de la penumbra, lo encontró: el adolescente, sentado en el suelo, absorto en su tarea de arreglar algunos cosméticos, como si el caos y la súplica que se arremolinaban a su alrededor no pudieran tocarlo.

El pelinegro, con los auriculares encajados profundamente en sus oídos, permanecía ajeno al mundo, incapaz de percibir absolutamente nada. Ni siquiera los pasos de Draco resonando en la cercanía pudieron atravesar esa barrera de sonido que siempre parecía aislarlo en los momentos más cruciales. Sin embargo, Draco no se detuvo a reflexionar.

Sin vacilar, se dejó caer de rodillas sobre el piso frío, cada vez más cerca, hasta que casi se lanzó sobre Edgar. Con manos temblorosas y un gesto desesperado, lo tomó por el hombro, girándolo bruscamente hacia él, como si esa acción pudiera romper el silencio impenetrable y traerlo de vuelta a la realidad.

"Fan" - Draco x Edgar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora