NICOLÁS
«—Siempre llévame en tus pensamientos y no me saques de tu corazón.
—No tienes por qué recalcármelo, mi corazón siempre te pertenecerá. Si lo pierdes, ten por seguro que no te dejaré en paz, Nicolás.
— ¿Eso es una amenaza?
—Dalo por hecho.»
El sudor me recorre la frente ni bien abro los ojos. No me sorprende, no es la primera ni será la última vez que tenga ese mismo sueño..., aquel que inició hace un año aproximadamente. Poco a poco me he ido acostumbrando, tratando de averiguar porque la niña de cabellos castaños recita esas palabras sin soltar mi mano. El tacto en su palma es extraño, pareciera que tuviera alguna especie de herida, algo que no puedo apreciarlo del todo. Es estresante no verle el rostro y lo único que logro observarle es el movimiento de sus pequeños labios.
Me fijo en el reloj al incorporarme y como son casi las seis, decido darme una ducha. Siempre he dicho que la puntualidad es muy importante, sobre todo si soy el presidente de mi propia empresa hotelera en dónde debo dar el ejemplo. Me coloco la bata y al salir del baño, la silueta de mi prometida se mueve debajo de las finas sábanas. Dudo que se despierte, no es la típica mujer que prepara el desayuno a su pareja para complacerlo, ¿Por qué tendría que hacerlo? Si tiene quién lo haga.
Ni bien termino de alistarme, dejo la habitación y me encamino hacia el dormitorio de la personita que más deseo ver. Con sumo cuidado, abro su puerta y el que no esté en su cama no es nada alarmante. Camino hacia la carpa que tiene forma de castillo, me adentro y la encuentro durmiendo sin dejar de abrazar a uno de sus miles de peluches que la rodean. No le gusta la oscuridad, es por eso que este angosto espacio lo tiene alumbrado con pequeños foquitos de navidad, por lo tanto, es considerado su lugar más seguro. En varias ocasiones se ha escabullido en nuestra cama, pero su madre siempre termina por devolverla diciendo que ya no es una bebé como para que le hagamos compañía. Son esas veces en la que exploto con Amanda y opto por acompañar a nuestra hija a dormir en la suya.
La actitud que demuestra es incomprensible. Se supone que es la mujer que la trajo al mundo, la que debería consentirla, hacerle mimos y calmar sus miedos. Sin embargo, se comporta como una maldita perra..., qué digo, ni siquiera esos animales se portan de ese modo con sus cachorros.
Me tomo unos minutos en acariciar sus cabellos castaños, rozar su naricita con las yemas de mis dedos para luego darle un beso en la frente. Me retiro de allí sin hacer nada de ruido.
— ¿Madrugando, Nicolás?
—Siempre lo hago. —me acomodo en la mesa y bebo un poco de mi café— El dormilón es otro y me sorprende verlo despierto.
—Me acosté temprano.
—Ajá.
Desde que mi madre murió, Armando vive con nosotros. No me opuse y me gané tremendos gritos por parte de la madre de Abby, lo que hizo que rebobinará su memoria y le recordará que esta era mi casa y, por lo tanto, las decisiones solo las tomaba yo. Mi primo era la única familia que me quedaba, él y mi dulce hija.
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"Bajo ese mismo cielo" (Libro II)
RomanceLa cicatriz en mi pecho arde al ver esos ojos azules. No estoy divagando. Tampoco estoy soñando. Algo en mi interior me grita que esta vida no es la mía. Me llamo Clara, estoy casada con Sergio Torres y al mismo tiempo, siento una atracción fuerte h...