La cicatriz en mi pecho arde al ver esos ojos azules.
No estoy divagando.
Tampoco estoy soñando.
Algo en mi interior me grita que esta vida no es la mía.
Me llamo Clara, estoy casada con Sergio Torres y al mismo tiempo, siento una atracción fuerte h...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Es extraño que Nicolás se haya aparecido en la puerta de mi casa y no sé si maldecir el que no me haya cerciorado primero antes de abrirle. Si hubiera sabido que era él, ni loca lo atiendo. Mi rostro es un desastre y ni qué decir de mi semblante, tengo que pensar en algún pretexto por si se da cuenta.
— ¿No me invita a pasar?
— ¿Qué? —estoy perpleja— ¿Quiere entrar?
—Está haciendo mucho frío... —se abraza a sí mismo— ¿No lo siente?
Mi expresión cambia a uno de seriedad.
—Señor Quecedo, estamos en estación primaveral.
— ¿Y?
—Que ya el otoño e invierno acabaron.
— ¿Me dejará afuera?
—No es correcto que entre a la casa de una mujer casada, sobre todo si ella está sola.
— ¿Lo estás?
Cruzo los brazos.
Pareciera que solo se dedica a jugar conmigo.
— ¿A qué ha venido?
Él medio sonríe.
Su maldita expresión me derrite y me emboba... ¡No! Tengo que ser fuerte, no puedo seguir hechizada por tremendo mujeriego, infiel, poco hombre que está más bueno que... ¡Ay! ¿En qué rayos ando pensando?
—Esperaba animarte un poco, ya que no luces nada bien. —frunzo el ceño. Él se apunta los ojos lo que me hace palidecer— Están muy rojos, ¿Por cuánto tiempo has llorado?
Se dio cuenta, maldita sea.
— ¿Llorar? —niego con la cabeza— Andaba... cortando cebolla.
— ¿En pijama? —carajo— ¿Una nueva moda?
—Al parecer el Señor Quecedo está muy gracioso el día de hoy, tanto que pareciera un payaso de circo. —ríe bajo— Lo digo en serio.
—También estaba hablando en serio. —opta por cambiar de tema— ¿Qué le dijeron de sus estudios en la clínica? ¿Algo grave?
— ¿Es por eso por lo que vino o...?
—Si, es por eso.
Nicolás se torna más serio, quedándose atento en espera de alguna respuesta por parte mía. Me gustaría tanto decirle la verdad, pero por dónde comenzaría. No me hallo en sus viejos recuerdos, él solo está viviendo su presente y de una manera que jamás pensé que lo haría. Lo veo y la imagen con su amante aparece en mi mente, mi yo tóxico quiere resurgir y gasto todas mis energías para controlarlo. No soy nadie para celarlo, juzgarlo y me importa muy poco el que Camile pierda su dignidad al soportar tantos cuernos.
No aplaudo la actitud del padre de su hija, sin embargo, me alegra que la perra sufra. Eso significa que no es prioridad en su vida y por eso no le rinde el debido respeto.