✨Capítulo 9✨

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Cuando entré a esta pastelería creí que el ambiente iba a ser tan cálido al igual que el color de sus paredes

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Cuando entré a esta pastelería creí que el ambiente iba a ser tan cálido al igual que el color de sus paredes. Las imágenes de cada platillo en la carta plasman ternura, lucen deliciosos y obviamente, lo que uno espera es degustarlos y pasar un momento agradable. Bueno, eso es lo que quisiera hacer con mi esposo quién ya tuvo la osadía de darme una tarde divertida en el parque de atracciones.

Sin embargo, nuestros planes no están saliendo cómo lo esperábamos, ya que cierta persona no cumple con su rol y cada vez que separa sus labios me deja mucho más incrédula.

— ¿Cómo es que sabe el apellido de mi esposo? —la señorita no responde, por lo que me desvío hacia él— ¿La conoces, amor?

Sergio le lanza una mirada que solo logra ponerme más ansiosa.

—Cierto. —murmura y sonríe bajo. Posa sus ojos en ella— Estoy comenzando a recordar a mi vieja amiga. Lamento no haberte reconocido.

—En cambio, yo te reconocí al instante.

Arrastra las palabras y su actitud sigue igual.

Es muy rara.

Vuelve a mirarme.

— ¿Y usted es...?

—Mi esposa Clara. —él responde por mí para luego volver a enfocarse en la carta— A mí me traes solo un cappuccino, gracias.

Él le devuelve las dos cartas del menú y la señorita se marcha.

Para ser una "vieja amiga" es muy distante y cortante lo que me hace creer que algo malo ha pasado entre ellos. Lo más extraño es que nunca me la ha mencionado, es más, ni siquiera ha sido capaz de preséntamela correctamente.

— ¿Quién es?

—Ya te lo dije, es una vieja amiga.

— ¿Su nombre?

—No es de importancia. —toma una de mis manos— Deberíamos pedir para llevar, ¿No crees?

—Sergio... —lo miro seria— No esquives mi pregunta y respóndeme.

—Déjalo pasar.

— ¿Por qué?

—Hablémoslo en otro momento.

—Sino deseo hablar en ese momento, ya te imaginarás por qué ¿no?

Me suelto de su agarre con brusquedad.

Aunque trata de relajarme, opto por ignorarlo. No me gusta que deje mis preguntas al aire, se supone que nos tenemos confianza, algo que me costó mucho dársela, así que no entiendo el comportamiento nefasto que está tomando frente a esta extraña situación.

Por suerte, la chica trae nuestros pedidos y al momento de dejarme el mío, mi muñeca derecha choca con la taza haciendo que el agua caliente me salpique un poco.

"Bajo ese mismo cielo" (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora