La cicatriz en mi pecho arde al ver esos ojos azules.
No estoy divagando.
Tampoco estoy soñando.
Algo en mi interior me grita que esta vida no es la mía.
Me llamo Clara, estoy casada con Sergio Torres y al mismo tiempo, siento una atracción fuerte h...
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Detallo ese iris azul profundo que me corta la respiración y mi cerebro me ruega que reaccione antes de que me dé un colapso mental. No puedo seguir atontándome por ese maldito color que solo me provoca taquicardias y me llenan de nostalgia. Debo concentrarme en actuar normal, sobre todo porque soy una mujer casada que ama a su esposo y... ¡Cielos! Sigo viéndolo y no sabía que existía un hombre con facciones perfectas, cabello azabache, cejas pobladas y...
Tienes marido, Clara. ¡Deja de estudiarlo!
—Atienda a la señorita, primero. —él habla interrumpiendo mis pensamientos pecaminosos. Las mejillas se me encienden— Puedo esperar.
—Podría hacerlo, pero hay un problema... —me doy una cachetada para luego enfocarme en el vendedor— El sabor que me piden solo alcanza para un cono.
— ¿Qué?
Me apego a la vitrina de helados y efectivamente, uno de los dos se va a tener que quedar con las ganas de probarlo. ¡No puede ser!
— ¿A quién se lo doy?
— ¿No puede traer más?
Niega.
—El proveedor vendrá mañana. Lo siento.
Demonios.
Estoy tan antojada que me está costando el darme la vuelta y dejar que ese hombre se lo lleve. Es más, me quedo esperando a que sea él quién decline y se marche, sin embargo, está quieto como una estatua y con las manos dentro de sus bolsillos. No pareciera que quiera decir algo, yo tampoco quiero hacerlo y si continuamos de ese modo, solo vamos a lograr que los demás clientes reclamen.
Carraspeo un poco.
—Bueno, supongo que al caballero... —él me lanza una mirada y yo prefiero fijarme en el vendedor— no le importará dármelo, ¿no?
—Supone mal, señorita. —responde tranquilo. Maldigo el que no ceda— Estoy demasiado antojado.
— ¿Está embarazado?
— ¿Disculpe?
—No dije nada. —estoy a punto de darme por vencida hasta que se me prende el foco— ¡Ya sé! ¡Tengamos una competencia!
— ¿Competencia?
No me sorprende el que me mire como si me hubiera vuelto loca, y es que yo misma ya estoy dudando de mi estado mental. Intento no enfocarme mucho en sus ojos porque siento que me absorben de una manera que, en sí, no lo entiendo bien.
—A menos que tema perder. —cruzo mis brazos— Porque desde ya le digo que no me rindo tan fácil.
—Ya me di cuenta.
—Entonces... —extiendo mi mano y lo hago en forma de puño— ¿Piedra, papel o tijera?