✨Capítulo 27✨

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—¿Palomitas dulces o saladas?

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—¿Palomitas dulces o saladas?

—El que ustedes elijan está bien para mí.

Él continúa viendo la pantalla, tratando de decidir un combo.

No sé cómo es que decidí acompañarlos al cine. Quizás fue porque ya no quería ver llorar a su hija, la preciosura que ya tenía los párpados medios hinchados por tantas lágrimas derramadas. Es una lástima que le haya tocado una porquería de madre. Pensé que al menos en eso habría cambiado, pero no, hasta ese papel le queda bien grande. Ni para sorprenderme, con el hecho de haberse negado a cargarla se vendió solita.

Los miro de reojo, ambos lucen emocionados y creo que su salida hubiese sido más que perfecta al estar solos. Ni idea porque Abby quiso incluirme, supongo que le caigo bien y no me veo tan cruel como su madre. ¡Aj! Recuerdo su hipocresía y me dan ganas de vomitar, ¿Quién en su sano juicio no tendría tiempo para estar con este par de bellezas?

Una estúpida como Camile.

—Listo. —Nicolás me entrega dos entradas— Debo recoger el pedido. ¿Puedes ir entrando con Abby, por favor?

—C-Claro. ¿El número de asientos?

—D-10,11,12.

Asiento.

Cojo la mano de su hija y me encamino hacia la fila de ingreso en dónde ya están haciendo pasar a las personas. La imagen de la película elegida es tan llamativa que Abby me ruega tomarle una foto. Saco mi celular de la cartera y le pido hacer diferentes poses, contengo la risa cuando me muestra sus dientes, achinando los ojos. Guardo el móvil y avanzamos con rapidez para poder ubicarnos en nuestros asientos. Chequeo los números y me dejan algo confundida.

—Sí tú te sientas en el diez o en el doce, ¿Tu padre igual seguirá en el once no?

Ella me mira sin entender.

¿Y cómo no? A su edad solo canta la "Vaca lola" y yo haciéndole preguntas tontas. ¡Dios! ¿Cómo es que voy a soportar tener a su padre a mi lado por casi dos horas, en un lugar oscuro y cerrado? Señor, si quieres premiarme después de todo el sufrimiento que me has dado, te digo que... ¡Hoy no es el momento!

—De tin, marin, de... —me doy una cachetada mental— Imagino que al Señor Quecedo no le molestará que ocupes su lugar ¿no?

Niega.

Perfecto.

La ayudo a acomodarse al medio para luego aventarme al mío. Trato de respirar hondo. En minutos, Nicolás estará aquí y ya no habrá vuelta atrás. Voy a tener que sí o sí concentrarme en la película, evadir el olor de su loción que me aloca las hormonas y..., el maldito semental aparece haciendo que me incorpore como una idiota.

«¿Serás tan obvia, Ángela?»

—Lo ayudo. —es lo primero que me ocurre decir y le quito las bebidas. Frunzo el ceño— ¿Son solo dos?

"Bajo ese mismo cielo" (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora