¿Es una cita sí o no?

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El día siguiente llegó antes de que estuviera lista para enfrentarlo. Apenas dormí, y cuando lo hice, mis sueños fueron una mezcla caótica de imágenes distorsionadas: el comedor, la sopa burbujeante, la cicatriz del hombre que me apuntó al combate, y el techo donde Alas y yo habíamos compartido un momento de tranquilidad en medio de tanto desorden.

Me levanté antes que él, aunque eso no era raro. Siempre he sido madrugadora, la costumbre de estar alerta en todo momento, supongo. No sabía bien qué hacer, así que me vestí con las mismas prendas de entrenamiento de siempre y me dirigí al área de entrenamiento de la Unidad. A esa hora, el lugar estaba prácticamente vacío, salvo por un par de figuras que ya comenzaban su rutina. No los reconocía, pero eso no me importaba. Necesitaba un espacio donde poder pensar.

Me acerqué al saco de golpes. Sentir el impacto contra la lona me ayudaba a despejar la mente. Empecé despacio, lanzando golpes precisos y controlados, sintiendo cómo cada impacto reverberaba por mis brazos, mi espalda, y mis piernas. A medida que mi cuerpo se calentaba, el ritmo aumentó, y pronto mis golpes fueron más rápidos, más fuertes, llenos de la frustración y la ansiedad que había estado acumulando desde la noche anterior.

No estoy preparada  me había dicho Alas.

Estos combates no son un juego.

Golpeé con más fuerza.

Me apunto.

Una y otra vez, hasta que mis nudillos comenzaron a arder por el roce con la lona, hasta que el sudor goteaba de mi frente y mi respiración se volvió pesada. Pero seguí golpeando. Había algo liberador en la violencia controlada, en canalizar todo lo que sentía hacia algo tangible. No podía controlar lo que iba a pasar en el combate, pero podía controlar esto.

– ¿Siempre entrenas así de temprano? – La voz de Alas me sorprendió.

Me giré, y ahí estaba, apoyado en una pared, con los brazos cruzados y esa sonrisa torcida suya que tanto me gusta.

– Necesitaba despejarme – respondí, limpiándome el sudor de la frente con el dorso de la mano.

– ¿Estás nerviosa? – Se burló, riendose para adentro. Como siempre, no se toma nada en serio.

– No – No mentía del todo, en parte estaba nerviosa, si. La simple idea me aterraba. Pero sabía que ya no podía hacer nada, así que tampoco me preocupaba tanto. – Solo quería estar lista.

Él se quedó en silencio, observándome. Había algo en su mirada, algo que me hacía sentir expuesta, como si pudiera ver más allá de las palabras que decía.

– Mientes de pena – dijo al fin. –¿Sabías eso?.

– ¿Qué pasa si gano? – Pregunté, mi voz apenas un susurro.

Alas no respondió de inmediato. Se acercó, colocándose a mi lado, mirando también hacia el techo gris. Después de un momento, dijo:

– Si ganas, todo cambiará. Pero no sé si para bien o para mal.

Quise reírme de su comentario, pero algo en la forma en la que lo dijo me detuvo. Era la primera vez que lo veía tan serio. El silencio entre nosotros volvió, pero esta vez no era cómodo. Era un silencio lleno de posibilidades inciertas, como si ambos supiéramos que había algo grande por venir, algo que ninguno de los dos podía controlar.

Finalmente, decidió romperlo.

– Hoy no tienes que hacer nada más que prepararte. Mentalmente, digo. – Me miró de reojo. – Los combates no son solo físicos, ¿sabes? Mucha gente falla porque no están listos aquí. – se dió unos golpecitos en la sien.

Murió una estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora