Después de haber probado el puré del comedor, pensé que no podía haber comida peor. Me equivocaba, completamente, la sopa era aún peor.
– ¿Qué has hecho hoy? – Me pregunto Alas, sorbiendo la sopa y escupiendola en la servilleta. – Vaya, el puré sabía mejor, quien lo diría...
– Creo que pasaré de cenar hoy... – Volví mi mirada al plato, había unas burbujas muy raras en ese mejunje. – ¿Qué qué he hecho hoy? Lo de siempre, entrenar, entrenar y entrenar. ¿Cuando decías que te mandaban en una misión?
– Cuando ganes un combate, pero creeme, aun no estas preparada. – Hundió la cuchara en el plato y se quedó tiesa.
La cena en la Unidad era tan sombría como el resto del lugar. El comedor estaba abarrotado de personas, todas con las mismas expresiones de cansancio y resignación. Las mesas largas y sucias, las luces parpadeando intermitentemente, y el sonido de cubiertos chocando contra bandejas metálicas llenaba el ambiente.
– ¿Cómo son? – Le pregunté, tirando el contenido del plato al suelo.
– ¿Los combates? – Asentí. – Brutales.
– Define brutales... – entrecerré los ojos, juzgando sus expresiones.
– A ver; duran mucho tiempo, la gente está pirada de la cabeza, no hay reglas – se paró, pensativo. – Bueno, ni ahí ni en nada.
– ¿Y tu ganaste uno? – me reí – Lo tengo fácil...
– Eso me ofen- – fue interrumpido por un tipo que se puso encima de la mesa.
No podía explicar por qué, pero algo en él me hizo sentir incómoda. Todos los que estaban en el comedor parecieron ponerse tensos, los cuchicheos cesaron.
– ¡Atención! ¡La lista de combates de esta semana se cerrará pronto! ¡Últimas oportunidades!
Sin pensar, me subí a la mesa y anuncié en un tono firme. – Me apunto.
– ¿Qué estás haciendo? – susurró Alas, frunciendo el ceño.
– Me apunto. – Repetí, con la voz más firme aún.
El tipo en el centro de la sala, alto, delgado y con una cicatriz que le cruzaba el rostro de un lado a otro, me miró con una ceja arqueada. Las pocas personas que seguían comiendo se quedaron inmóviles, como si esperaran el desenlace de algo inevitable.
– ¿Tú? – preguntó con una mezcla de sorpresa y burla en la voz. – No me hagas reír, niña.
– ¿Algún problema con eso? – Le devolví la mirada, aunque notaba cómo mi corazón comenzaba a acelerar.
Alas tiró de mi brazo, tratando de hacerme bajar de la mesa.
– Baja de ahí, estás loca. No tienes ni idea de lo que estás diciendo. – Sus palabras estaban cargadas de preocupación genuina, algo que no veía muy a menudo en él.
– La dejaré participar – dijo el hombre con una sonrisa torcida – Si sobrevives al primer minuto, tal vez consideremos que no fue un error. Aunque, con esa actitud, dudo que llegues tan lejos.
– He dicho que me apunto. – Volví a repetir, esta vez mirando a los ojos del tipo.
– Muy bien, anotaré tu nombre. Te deseo suerte, la vas a necesitar.
Bajé de la mesa, ignorando la mirada furiosa de Alas.
– Esto es una locura. ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? – me espetó en cuanto mis pies tocaron el suelo.
– Ya te lo dije, no pienso esperar más.
– No tienes que demostrar nada a nadie. – Su tono había cambiado, era más bajo, casi vulnerable. – Estos combates no son un juego.
– Lo sé. – Le corté antes de que siguiera hablando. – Pero ya está hecho.
El resto de la cena fue en silencio, no me volvió a dirigir la palabra. Esa sonrisa burlona había desaparecido, sustituída por un ceño fruncido.
Al acabar volvimos a la habitación, cada uno a su cama y no hablamos más. Me quedé dormida enseguida, hasta que un frío viento me despertó. La ventana estaba abierta y Alas no estaba. Me puse las gafas y cogí una chaqueta. Me asomé a la ventana y ví que subiendo por el canalón podías llegar al tejado.
Sin pensarlo demasiado, me colgué por el borde de la ventana y empecé a trepar por el canalón. El metal frío y oxidado raspaba mis manos, pero la curiosidad pudo más que el dolor. Sabía que Alas estaba arriba, y aunque habíamos terminado la cena en silencio, necesitaba entender qué estaba pasando por su cabeza.
Al llegar al tejado, el viento golpeó mi rostro con más fuerza. Las luces parpadeantes de la Unidad se veían pequeñas desde allí arriba, y por un momento todo parecía casi... tranquilo. A lo lejos, las estrellas titilaban en el cielo nocturno, como si el mundo caótico al que pertenecíamos no pudiera alcanzarlas.
Ahí estaba Alas, sentado, con la mirada perdida en la oscuridad. Me acerqué lentamente, sin hacer ruido, pero él ya sabía que estaba allí.
– Sabía que vendrías – dijo sin volverse, su voz baja.
– La ventana abierta fue una buena pista – respondí, sentándome a su lado.
Estar allí me recordó a donde yo vivía antes. Tranquilo pero inquietante, silencioso pero aterrador... Solo pensar en volver a aquel sitio me dá escalofríos.
Guardé silencio unos segundos, dejando que el viento hablara por nosotros, hasta que decidí romperlo. – Así que este es tu... ¿Escondite secreto?
– Si, supongo. Suelo venir aquí a pensar y despejarme. Pero podemos compartirlo si quieres – Hizo una pausa larga – Puede ser algo nuestro si quieres...
– Ya compartimos habitación, ¿No crees que es suficiente?
Cayó el silencio entre nosotros; No fue nada incómodo, sino todo lo contrario. A veces solo necesitamos saber que está ahí, no siempre hacen falta las palabras.
– Sabes – empecé yo – Esto me recuerda a donde vivía antes.
– Nunca hablas de ello – Pensó un momento antes de continuar – ¿Cómo de malo era?
– Horrible... No puedo volver. Mi padre me estará buscando ahora, o no. Quien sabe.
– Mis padres saben que estoy aquí, esto es el legado familiar.
– ¿Cómo es?
– ¿El qué?
– Sentirse querido.
– Maravilloso.
El silencio cayó otra vez, puedo decir que noto como se me llenaban los ojos de lágrimas, pero no dijo nada, y se lo agradezco. Estuvimos así lo que me parecieron horas, hasta que él decidió que era hora de irse.
– Bueno... – se levantó despacio, con cuidado de no caerse – Mañana será un día nuevo. Y no se tu, pero a mi me gusta dormir.
– Si, a mi también.
Bajamos, el primero y yo después. Obviamente él me ofreció su mano y la acepte, estaba demasiado cansada para, encima, caerme.
Nota de autora: Holaaa!! Qué os ha parecido? Ya os dije que iréis sabiendo más de los personajes, jejeje...
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Murió una estrella
FantasiaImagina: Estás en una unidad de delincuentes. Tu, La Rosa Escarlata, eres la mejor. Un día, tu misión va mal, fallas; Has puesto en peligro a toda esa gente, y ellos no se van a quedar de brazos cruzados. Tendras que esconderte, huir. Serás La Fugit...