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│┈ Una adiós, sin retorno ┈│

En el palacio del antiguo México,  Tenochtitlán, Huitzilopochtli camina solo por los corredores vacíos, su espada dorada colgada a la espalda. Sus ojos, que normalmente brillan con una luz intensa, ahora están apagados, como si la vida misma se hubiera apagado en ellos.

De repente, se detiene frente a una ventana que da a la ciudad, la ciudad que deseaba que ella conociera.

La luna llena está en su punto más alto en el cielo, y la luz que entra por la ventana ilumina su rostro, poniendo de relieve la tristeza que lo consume.

Huitzilopochtli mira hacia abajo, y su mirada se pierde en la memoria de Diana de Gales.

Él no sabia que bajar a la tierra sería un peligro, no para la humanidad, si no para él. No sabía los riegos que tenía cuando se presentó como colibrí ante esa dulce criatura, no sabía que se volvería débil al momento en que reveló su verdadero yo... Pero sobretodo no sabía que a partir del momento cuando ella le sonrió sería su mayor perdición.

Recuerda el día en que la conoció, su belleza y su encanto.

Como esa dulce princesa revoloteaba junto a las mariposas del jardín.

Recuerda las conversaciones que tuvieron, las risas que compartieron y los momentos de intimidad que compartieron.

Los sueños que ella le contaba, los días cuando ella lloraba sobre su hombro cuando su padre no le daba atención, todas las veces que la consoló.

Cuando los sentimientos de cariño fraternal pasaron a los románticos, cuando supo que ella se casaría con otro hombre, cuando tuvo que tragar sus sentimientos por ella para no ponerla triste.

Pero sobre todo, recuerda la última vez que la vio. La recuerda sonriendo, rodeada de sus amigos y familiares, sin saber que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Se alejo de ella, pues ambos sin querer discutieron, no recuerda porque, pero sólo recuerda como se alejó declarando su amor a ella.

“Si me lo permitieras, yo sería quien te amaría unica y exclusivamente a tí, sería quien te cuidaria y daría tu lugar... No sería como esa porquería de hombre.... Tú serías no mi reina ni mi princesa serias mi diosa, mi compañera de vida... Mi única luz.”

Huitzilopochtli se fue y con ello perdió la oportunidad de escuchar la respuesta de Diana.

Escuchó por todas partes en el mundo divino la muerte de Lady Di, un sudor frío recorrió su espalda y una opresión asfixiante se adueño de su corazón.

Se siente como si hubiera perdido una parte de sí mismo, como si la muerte de Diana hubiera creado una herida que nunca se curará.

Se derrumba sobre la balaustrada de la ventana, sus manos apretadas en un puño, su cuerpo temblando con un millón de emociones.

Llora silenciosamente, sus lágrimas cayendo sobre la piedra fría del palacio.

Aunque la busque sabe que ella no va a querer irse con él, después de todo Diana es parte del mundo Europeo, y ese territorio está cortado del panteón latino, jamás podrá verla jamás podrá disculparse... Solo le queda ahogarse en su sufrimiento.

La ciudad de Tenochtitlán se extiende a sus pies, pero Huitzilopochtli no la ve.

No ve nada más que la imagen de Diana de Gales, sonriendo y viviendo en el Valhalla, mientras él se quedó solo y sin ella.

Su dolor es un abismo sin fondo, un vacío que no puede ser llenado.

─ Pues dile al amor que no toque mi puerta, que yo no estoy en casa que no vuelva mañana a mi corazón que le han fallado. ─Se dice con coraje por su estupido actuar y que jamás podrá volver a ver a su amada colibrí de brillante sonrisa.

࿐ཽ༵𝑰𝒏𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕 𝑸𝒖𝒆𝒔𝒕𝒊𝒐𝒏𝒔〣𝑹𝒆𝒄𝒐𝒓𝒅 𝒐𝒓 𝑹𝒂𝒈𝒏𝒂𝒓𝒐𝒌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora