Tarde otra vez. 🎐

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El reloj marcaba las diez y treinta de la noche cuando Jennie escuchó la puerta del apartamento abrirse. Su corazón dio un pequeño brinco. Quería creer que esta vez sería diferente, que Lisa entraría con una sonrisa, se disculparía por llegar tarde, y la abrazaría fuerte, como solía hacerlo al inicio de su relación.

Pero no fue así. Lisa apenas cruzó el umbral con el ceño fruncido, su saco colgando del brazo y el teléfono pegado al oído. A Jennie no le hizo falta preguntar para saber que había pasado otro día más compitiendo contra un enemigo que no podía derrotar: el trabajo de Lisa.

Jennie apretó los labios y miró la mesa donde había colocado la cena que preparó. El pollo ya estaba frío, y las velas que había encendido habían reducido su tamaño a casi la mitad. Se había ilusionado con la idea de compartir una noche tranquila con ella. Pero, como siempre, el trabajo había ganado la batalla.

Lisa terminó la llamada con un suspiro profundo y lanzó el teléfono sobre la mesa del comedor. Sin siquiera mirar a Jennie, pasó de largo hacia la habitación.

-¿Ni siquiera vas a saludarme? -preguntó Jennie desde el sofá, sintiendo un nudo formarse en su garganta.

Lisa se detuvo en seco, soltando un suspiro agotado.

-Hola -murmuró, girándose por fin para mirarla, pero sus ojos no reflejaban emoción, solo cansancio.

Jennie se levantó, acercándose despacio. Intentó no dejarse llevar por la tristeza, pero era difícil.

-Hoy hice la cena... Pensé que podríamos comer juntas.

Lisa apretó los labios y se frotó la nuca, claramente incómoda.

-Jennie, lo siento. Fue un día horrible, y apenas tengo energía para comer, mucho menos para cenar románticamente.

Jennie bajó la mirada, intentando ocultar la decepción que ardía en su pecho. Estaba acostumbrada a esas excusas. Siempre había algo: una junta importante, un cliente molesto, un reporte atrasado. Lisa siempre prometía que las cosas cambiarían, pero nunca lo hacían.

-No pasa nada -mintió Jennie, intentando sonreír.

Lisa se acercó para darle un beso rápido en la frente, casi como una formalidad, antes de dirigirse al cuarto otra vez.

-Voy a ducharme. No me esperes despierta, ¿vale?

Jennie la vio desaparecer por el pasillo, escuchando el sonido de la ducha encenderse al fondo. Se dejó caer en el sofá, sintiendo que el aire del apartamento era más pesado esa noche.

La soledad comenzó a colarse por las rendijas de su corazón, como lo había hecho tantas veces últimamente. Extrañaba a Lisa, aunque la tuviera cerca. Y ese era el peor tipo de soledad: la que se siente cuando la persona que amas está ahí, pero al mismo tiempo tan lejos de ti.

Jennie tomó su teléfono y abrió una conversación con una amiga de la universidad. Había estado ignorando los mensajes coquetos de ella durante semanas, porque sabía que amaba a Lisa y no quería complicar las cosas. Pero esa noche, por primera vez, dudó.

"¿Estás despierta?", escribió, sintiendo la culpa instalarse en su pecho mientras sus dedos tecleaban esas palabras. "Necesito hablar con alguien."


Envió el mensaje antes de que pudiera arrepentirse.

Lisa no lo sabía todavía, pero esa noche marcaría el inicio de algo que pondría su amor a prueba como nunca antes.

Un error, dos corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora