Prólogo

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Seúl, Corea del Sur...

A Jimin le dolían los pies, los brazos, la cintura... de hecho era más difícil señalar las partes del cuerpo donde no le dolían. Pero gracias al cielo, Jimin no era de los que se quejaban en voz alta, así que le resulto fácil sonreír cuando vislumbro a Jungkook acercándose.

—Solo tenemos quince minutos antes de volver —Dijo Jungkook entregándole un plato de porcelana con pequeños bocadillos. Estaba muerto de hambre, en todo el día no habían parado para tomar un descanso. Desde arreglar el salón, colocar las mesas, adornar la estancia, descargar los camiones de comida... Entre muchas otras cosas más, no había tiempo para tomar un respiro. Ahora tenía más respeto por los hombres y mujeres que trabajan de meseros o por las personas que trabajan demasiado recibiendo el salario mínimo. Demasiado trabajo, poca paga. "Tienen todo mi apoyo"

—Gracias— susurró a su novio, Jungkook tomó asiento a su lado sobre el banco de piedra, inmediatamente Jimin se pegó a su costado, recargando la cabeza contra su hombro, suspiró aliviado, tenía todo el día tratando de tocar a Jungkook de cualquier manera que pudiera conseguirlo. Jimin era un cursi enamorado, pero no le importaba. Jungkook acaricio su cabello.

—¿Estás cansado?

—En absoluto— mintió, pero era imposible engañar a Jungkook, él lo conocía bastante bien. Demasiado bien, después de haber sido amigos durante varios años y después amantes, era prácticamente natural que Jungkook lo conociera mejor que él mismo.

—Te dije que no era necesario que vinieras.

—Les hacía falta una persona, me alegra poder ayudarte. —Jimin cerró los ojos. Eran tan pocos los momentos que pasaba con Jungkook últimamente, entre la universidad, los trabajos de medio tiempo que Jungkook se empeñaba en realizar, las prácticas y la tesis que Jimin aprovechaba cualquier pretexto para poder estar con él, no importaba que fuera por trabajo. —Además ganar un poco de dinero extra no viene mal. — No era como si a él le hiciera falta, pero le gustaba sentirse como cualquier estudiante de universidad normal. Delante de ellos se desarrollaba una fiesta elegante en la cual ellos venían de meseros. Sonrió. Si su padre se enterara le daría un infarto.

—Pensé que te gustaban los fideos instantáneos—comentó Jungkook, aunque su tono no era precisamente de broma, Jimin sabía que a Jungkook le molestaba no poder tener mejores posibilidades económicas, a Jimin no le importaba, su madre le había enseñado a no estar muy apegado a las cosas materiales, por esa razón había decidido vivir en una de las residencias de la universidad, no estaba en la misma habitación que Jungkook, para su mala suerte, pero era bueno poder pasar con él la mayor parte del tiempo posible. Sus respectivos compañeros de habitación ya se habían acostumbrado a tenerlos rondando por ahí, ya sea en el dormitorio de Jimin o en el de Jungkook, cuando él no estaba trabajando. Tampoco le importaba adaptarse a un presupuesto limitado, bien se podría ofrecer a pagar algunos gastos, pero Jungkook, no aceptaría en lo absoluto. Él trabajaba medios turnos en cualquier parte que pudiera hacerlo, se esforzaba demasiado para solventar sus gastos universitarios y de paso poder ayudar a su abuela, era una persona sumamente responsable y demasiado maduro para su edad, desde que lo conoció en el instituto siempre había sido así, serio, trabajador y un poco antisocial. Todo lo contrario, a Jimin.

Jimin miró la fiesta desarrollándose en el elegante edificio de enfrente. En una ocasión recordaba haber venido para un evento similar, por suerte sus padres no se encontraban hoy en este acontecimiento y al parecer nadie lo había reconocido.

—Dime Jungkook— Jimin hizo una pausa algo pensativo, tenía ganas de divertirse un poco, y molestar a Jungkook de vez en cuando era su pasatiempo favorito, su demonio interno sonrió con malicia —¿Cuántos hijos quieres tener? — rio al ver como Jungkook se atragantaba con uno de los pequeños canapés rellenos de atún.

MARIDO POR CONVENIENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora