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Aproximadamente tres horas y media después de la boda, salían en una lujosa limusina del aeropuerto, rumbo al hotel en el que se hospedarían por cuatro días. Jimin nunca tomó interés a donde viajarían, pero Jungkook había cumplido su palabra, eso de verlo en bañador había ido en serio y ahora estaban en las Bahamas.

Las últimas horas Jimin había estado en modo automático, después de su pequeña discusión en la habitación, Jungkook lo había arrastrado fuera para despedirse de los invitados, todo estaba preparado para comenzar su viaje, lo único que tuvo que hacer fue caminar y sonreír. Segundos después bajo una nube de confetti, arroz y buenos deseos corrieron hasta el auto aparcado en la puerta fuera del edificio.

El resto del camino lo hicieron en silencio, no hablaron en el trascurso hacia el aeropuerto, ni en el vuelo, y mientras más se acercaban al hotel, más aumentaba la tensión de Jimin, manifestándose como un dolor que comenzaba en el vientre y se extendía por todo el cuerpo. Hubo un momento en que pensó si sería preferible saltar del coche en movimiento, a sufrir las consecuencias de lo que le esperaba. Después se golpeó mentalmente por andar pensando estupideces, no iría a la horca, lo hecho, hecho estaba y más valía aceptarlo. Dos años. Solo dos años tendría que estar atado a Jungkook y después podría regresar todo a la normalidad.

—Estás muy callado— dijo Jungkook mientras eran conducidos por el lobby del hotel rumbo a su cabaña privada cerca del mar.

— ¿Quieres una conversación brillante, Jungkook? —Contestó Jimin a su lado, había estado fingiendo todo el día ser feliz delante de los amigos de él, ya no le quedaban fuerzas.

—No, pero estamos en un lugar paradisiaco, cualquiera podría sentirse emocionado. Según dicen, el sol, la playa y el mar sacan lo mejor de una persona —hizo una mueca a través de sus gafas oscuras —Creo que me siento estafado con esta propaganda.

Jimin arqueó una ceja, ¿acaso había intentado hacer una broma? Por un segundo, solo por un miserable segundo le pareció ver aquel hombre del cual se había enamorado. Jimin desvió la mirada, debería alejar esos pensamientos, no era bueno sumarlos a los ya de por si momentos de tensión, todo el tiempo en el auto del departamento al aeropuerto, el tiempo de viaje en el avión hasta Miami, también los minutos que estuvieron en la avioneta que los trasladó a la isla, fueron en silencio, y todo el trayecto hasta aquí hicieron a Jimin aún más consciente de la presencia masculina y del deseo que iba invadiendo lentamente, cada vez más, su cuerpo.

No debería ser así. No quería sentirse así. Ni que lo poseyera sexualmente. Había tenido demasiado tiempo para meditar y recordar cómo había sido entre ambos, y lo que seguramente sucedería una vez que llegaran al hotel, era difícil no pensar en eso y en lo que sería durante su tiempo de matrimonio, el sexo estaba dentro del trato, ya sabía cómo era entregarse a él, recordaba vividamente detalles de cuando estuvieron juntos, de todo lo que él le había enseñado. Jungkook había conseguido que sólo lo deseara a él y se entregara por completo, había logrado que Jimin lo deseara en su forma más animal. Pero no todo involucraba sexo, había mucho más, al menos lo hubo. No era simplemente el acto físico de poseer y ser poseido, lo de ellos era mucho más, era sensualidad, magia, alquimia de almas, se complementaban a la perfección.

«Deja de pensar estupideces» se reprendió,  era el pasado. En estos momentos, debido a las circunstancias, no tenía más remedio que establecer un futuro con Jeon Jungkook, convivir con él y hacer vida marital con él...

Un escalofrío le recorrió la espalda ¿Cómo iba a sobrevivir en un matrimonio sin amor?

Mientras entraban en la cabaña, Jungkook se aflojó la corbata, Jimin observó como se quitaba la chaqueta y se la echaba al hombro. ¿Por qué el hombre se las arreglaba para que el más mínimo gesto fuera tan sexy?

MARIDO POR CONVENIENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora