2

170 25 1
                                    

— ¡¿Qué han hecho qué?! —Jimin palideció.

Sentía una mezcla de consternación e incredulidad que se iba transformando en una creciente sensación de miedo. Contra todo sus principios y reglas propias, pidió al barman otro trago de whisky, no era hombre de licores fuertes, pero ahora mismo lo necesitaba.

— Él era nuestro último recurso, no teníamos más remedio ¿Crees que ha resultado fácil para nosotros pedirle ayuda Jeon Jungkook? —dijo furioso y a la defensiva.

Las palabras de YeonJun tuvieron el efecto de un martillazo y, por breves instantes, Jimin vaciló entre la furia y la desesperación. Jeon Jungkook. La mención de aquel nombre bastaba para producirle escalofríos. Un hombre bueno convertido en uno malo, todo por culpa del dinero y el poder. Jungkook era un empresario millonario que se había abierto camino por el mundo de los negocios con trabajo y quien sabe con qué más, Jimin adivinaba que, con nada bueno, puesto que el hombre que llegó a conocer en la universidad muchos años antes no era nada comparado con la persona sin corazón ni escrúpulos que era ahora.

No se explicaba que se había apoderado de su padre y hermano para recurrir a él, ya que Jungkook era su ex novio y la última persona con la que iba a tratar.

— ¿Por qué lo hicieron? — cuestionó furioso.

—No teníamos elección —la expresión de YeonJun revelaba un tormento que hizo que se le encogiera dolorosamente el estómago. «Olvida eso, tú no les debes nada, no sientas lástima por ellos y deja que resuelvan sus problemas» dijo su voz interna, pero la imagen de su madre moribunda en su lecho de muerte rogándole que siempre cuidara de su padre y su hermano apareció en su memoria.

Sacudió la cabeza, amaba a su madre y haría cualquier cosa por ella, pero esto era demasiado,

¡Joder! La última vez que Jimin había visto a su ex novio había sido en el funeral de su madre. Una ocasión muy dolorosa, a la que acudieron pocos que lo sintieran de verdad, algunos curiosos... Y él había estado tan aturdido por la pena que actuó de forma mecánica. Desde entonces no había tenido ningún contacto con Jungkook, ni quería tenerlo. Ni siquiera sabía que había estado haciendo el hombre ahí, dado que él había sido el causante de la quiebra de la empresa de su padre.  Ellos habían terminado muchos meses antes. Y la ironía era que después de que fue el causante de la destrucción financiera de la familia, ahora acudían a él por ayuda. Si esa no era la prueba de que la suerte le  había dado la espalda, no sabía qué era.

—¡Maldita sea, YeonJun! ¿Cómo han podido hacerlo?

Él no respondió. Tampoco era necesario que lo hiciera. No había tiempo de seguir discutiendo ni haciéndose reproches. Faltaban pocos minutos para que cerraran la estación del tren, tenía que llegar a casa y pensar en las posibilidades disponibles. Jimin agarró su chaqueta y su maletín, se volvió hacia su hermano.

—Es el número de Jungkook —le dijo mientras le daba una tarjeta elegante de visita, era completamente blanca con el nombre en relieve de Jeon Jungkook en color dorado, una tarjeta simple pero que sin duda desprendía arrogancia y elegancia en todas sus letras. Exactamente igual que Jungkook.

—Tienes hasta mañana para llamarlo.

—Escucha YeonJun— Jimin suspiro —No creo que...

—Por favor —lo miró con desesperación mientras él se guardaba la tarjeta en el bolsillo.

—No puedo hacerlo, ustedes tendrán que buscar otra manera —Esto era demasiado, mucho más de lo que él podía dar.

Sin despedirse, salió del bar sin pronunciar palabra. Seguía en silencio y con la mente en blanco mientras abordaba el tren rumbo a su casa, vivía en un edificio sin ascensor en un barrio de las afueras poco recomendable. Las casas se alineaban a lo largo de la calle; todas mostraban diversos grados de decadencia y abandono, algo muy distinto de su antigua vida.

MARIDO POR CONVENIENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora