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Se sintió tentado de mandar a la mierda al chofer con todo y limusina al día siguiente, estuvo a dos segundos de llamar a su hermano y decirle que se rascara con sus propias uñas, pero no lo hizo, algo dentro de él lo impulsaba a seguirle el juego al hombre del cual estuvo enamorado alguna vez.

Cuando llamaron a su puerta temprano esa mañana, ni siquiera se detuvo a cuestionarse como era que Jungkook conocía su dirección.  Por un momento pensó en regresar a cambiarse cuando se dio cuenta del lujo que lo rodeaba, hasta el chofer de Jungkook estaba bien vestido, en cambio, Jimin se había negado a utilizar uno de sus pocos trajes los cuales eran su atuendo diario para ir a  trabajar . Se había decidido por un pantalón oscuro y  una camisa de vestir, estaba haciendo muchísimo calor para utilizar una chaqueta.

Durante el trayecto, el chofer no le dirigió la palabra para nada, se limitó a conducir, treinta minutos después entraba en un impresionante vestíbulo de mármol de un edificio de oficinas de diseño, construido con acero y cristal. Siguiendo al chofer subió hasta el último piso en ascensor. Ni siquiera sabía que en Tokio hubiera una sucursal del Grupo Jeon, sabía que la base de trabajo de Jungkook estaba en Seúl al menos así fue mientras emprendía su negocio. ¿Cuánto no sabía de él?, ayer imagino que se verían en algún bar o un restaurante para hablar. Esta oficina ocupaba una estancia que, a primera vista, abarcaba toda la planta. Jimin observó los cristales coloreados, el lujoso mobiliario y los aparatos de tecnología avanzada. Una joven muy arreglada se hallaba en la recepción. Era extraño que una empresa como esta también trabajara en día sábado.

—Buenos días, soy...

—Señor Park, bienvenido, lo estan esperando. — La sonrisa de la mujer fue cálida y cortés. O ensayada, ya que era su trabajo dar una buena imagen de esta empresa

—El señor Jeon está atendiendo una llamada —le indicó una silla.

—Siéntese, por favor. En seguida lo recibirá.

Jimin sintió que los nervios le encogían el estómago. Ya que había llegado hasta allí, quería acabar de una vez. Cada minuto transcurrido le parecieron diez, y tuvo que esforzarse para no mirar constantemente el reloj. ¿Cuánto tendría que esperar? ¿Estaba Jungkook dejando que el tiempo pasara para ponerlo nervioso? Si pudiera marcharse... Pero no conseguiría nada al hacerlo.

—¿Señor Park? — Alzó la vista y vio que la recepcionista abandonaba su escritorio. —El señor Jeon lo recibirá ahora— Jimin trago saliva, eran seis simples palabras, pero para el sonaron como una sentencia a muerte. «No te asustes» pensó. Iba a ser imposible, dado el estado de ansiedad en que se hallaba.

Anoche lo había visto en fotografías en internet. Pero hacía años que no lo veía en persona y si las imágenes no mentían, Jungkook había cambiado mucho, tanto físicamente como en su personalidad, esa mirada oscura que devolvían las imágenes era algo aterradora. La recepcionista lo condujo por un amplio pasillo que conducía a una imponente puerta. Tenía que estar tranquilo y no perder el control. Pero era un manojo de nervios y en aquel momento se detestaba a sí mismo, lo aborrecía a él y, sobre todo, odiaba la situación que lo había llevado hasta allí.

La recepcionista llamó suavemente a la puerta, la abrió, anunció a Jimin y se retiró. Este se quedó inmóvil, helado como un carámbano, al contemplar la figura de un hombre de traje oscuro que se recostaba contra el ventanal. A aquella distancia, a la luz de la mañana, era difícil definir su expresión. Entonces se volvió hacia él. Jimin se quedó sin respiración. Alto, ancho de hombros, largas musculosas piernas y emanaba de él un aura de poder que la mayoría de la gente codiciaba, pero pocos poseían. Los huesos de la cara estaban bien definidos, casi cincelados, expresaban una crueldad elemental que advertía de que se trataba de alguien a tener en cuenta. Definitivamente no era el Jungkook de aquellos años, lo supo en ese instante, este hombre oscuro y poderoso, no era su Kookie. No era la persona de sus recuerdos, los años pudieron haber pasado por ambos, podrían haber madurado, sus físicos cambiado un poco, pero esas no eran las razones por las que decía que ese no era su novio  de la universidad. No sabría explicarlo, pero de lo que Jimin estaba seguro es que de lo que fue Jungkook alguna vez, ya no quedaba rastro, aunque tampoco lo hacía de él. Reconocía que todo su optimismo y su alegría por la vida, muchos años atrás se habían marchitado.

MARIDO POR CONVENIENCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora