¿Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde?
Yoongi y Hoseok, dos almas destinadas a encontrarse para unirse y sanar juntas el dolor acumulado a lo largo de sus vidas, pero cada uno lo sobrelleva de diferente manera: Hoseok no deja que su corazón s...
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Sentado en un sofá individual dentro de la oficina, Hoseok bebia de la bebida chocolatada que su amo le había comprado antes de llegar a la fábrica. Pidieron en el autoservicio el desayuno y compartieron del ya nombrado pan francés que el sirviente degustó, satisfaciendo sus papilas gustativas con el delicioso sabor que había probado por primera vez.
No lo había terminado porque su estómago se sintió lleno enseguida, pero el resto lo habían guardado en la bolsa de la compra que habían dejado en el auto.
Lo veía en silencio, escuchando como daba indicaciones, como revisaba un montón de papeles detrás del escritorio y como escribía y firmaba otros cuantos.
No podía dejar de percibir esas cosquillas en su estómago mientras lo miraba y, cuando Yoongi llevaba su atención a él, Hoseok deprisa miraba en otra dirección, porque no quería incomodarlo y porque le daba vergüenza que lo descubriera viéndolo.
Pero por supuesto que Yoongi se deba cuenta y solo sonreía para sí mismo. Porque su compañía le había hecho bien, estaba de muy buen humor como hacía mucho tiempo no lo estaba. No sabía cómo ni se explicaba que es lo que hacía Hoseok para tener el control de sus emociones, pero estaba muy contento de haberlo llevado a sus asuntos.
Visitaron dos fábricas más y hasta el medio día se desocupó solo porque necesitaba que cada uno de los negocios estuviera bajo control y, sobre todo, porque no deseaba que su padre se involucrara.
Encendiendo el auto, comenzó el camino teniendo un montón de ideas.
—¿Me tardé, Hoseok? Discúlpame, lo hice lo más rápido que pude para que no te aburrieras.
—No no no, amo, descuide, usted haga sus cosas tranquilo que yo sé esperar. Para eso vine, para acompañarlo. Y...
Volteando a verlo por un instante, Yoongi se sintió curioso al no tener el resto de la oración.
—¿Y... qué?
—Bueno —rió con un poco más de confianza—, ahora es usted el que no ha parado de disculparse. No tiene qué hacerlo, señor, usted es mi amo...
Riendo también, solo pensaba que no quería que ese momento terminara nunca.
—Tengo qué, tú no eres un chico cualquiera, eres especial e importante para mí...
Hoseok no podía creer lo que escuchaba ni a qué se debía que su amo estuviera siendo tan amable, y Yoongi tampoco podía explicarse por qué de pronto estaba siendo tan directamente abierto con él; no estaba reprimiendo sus sentimientos.
—¿Qué...?
Pero enseguida decidió que necesitaba cerrar la boca con lo que sentía.
—Oye —cambió de tema—, no quiero ir a casa todavía, ¿te gustaría ir al cine conmigo? Hace bastante tiempo que no voy.
