Capítulo 3

6 1 0
                                    

Los cinco meses previos al gran día habían sido extenuantes para Alastor. Desde el momento en que decidió postularse a la Universidad de Élite, sabía que tendría que trabajar más duro que nunca. Aunque la sociedad lo consideraba frágil por ser un doncel, estaba decidido a demostrar que no era débil.

El primer mes fue especialmente complicado. Cada vez que comenzaba su rutina de ejercicios, sentía los límites de su cuerpo. Sus brazos delgados y su figura esbelta no eran los ideales para las pruebas físicas que sabía que tendría que enfrentar, pero eso no lo desanimó. Si otros podían superar esos obstáculos, él también lo haría.

Al principio, se inscribió en un pequeño gimnasio cerca de su casa. A menudo, recibía miradas curiosas de los demás, especialmente de los hombres y las mujeres que entrenaban allí. Algunos lo veían con desdén, otros con lástima, pero Alastor mantuvo la cabeza alta. Cada levantamiento de pesas, cada carrera en la cinta, lo acercaba más a su objetivo. Al llegar a casa, su cuerpo estaba adolorido, pero no se permitía descansar. Sabía que el esfuerzo sería recompensado.

Cuando no entrenaba físicamente, pasaba largas horas estudiando. Las pruebas de ingreso no solo medían la resistencia física, sino también la inteligencia. Alastor había dedicado horas a leer sobre historia, matemáticas, ciencias y lógica. Tenía que asegurarse de sobresalir en ambos aspectos, ya que la competencia sería feroz. Los hombres y las mujeres, considerados naturalmente más fuertes o más capaces, también postularían, y no sería fácil destacar entre ellos.

A medida que los meses avanzaban, su cuerpo comenzó a adaptarse. Ya no se agotaba tan rápido, y su resistencia mejoraba poco a poco. Aún tenía un físico delicado, pero su fuerza interior estaba comenzando a reflejarse en sus movimientos. Aunque no podía compararse físicamente con los hombres musculosos que entrenaban a su lado, sabía que la verdadera batalla sería mental. A menudo se repetía a sí mismo: "No se trata solo de ser fuerte, sino de ser inteligente, resistente y perseverante". Esa idea lo motivaba a seguir.

Su madre, por su parte, lo observaba con una mezcla de orgullo y preocupación. Aunque siempre había temido que Alastor se lastimara, no podía ignorar la determinación que veía en sus ojos. Cada vez que regresaba del gimnasio cubierto de sudor, con los músculos adoloridos, ella estaba allí para cuidarlo, preparando comidas que lo ayudarían a recuperarse y apoyándolo con palabras de aliento.

Sin embargo, con el paso de los meses, también comenzó a preocuparse más. La noche anterior al gran día se acercaba, y su nerviosismo crecía. No podía evitar pensar en lo que sucedería si Alastor no lograba superar las pruebas, o peor aún, si se lastimaba durante el proceso. Pero sabía que no podía mostrarle esas preocupaciones a su hijo. Alastor ya tenía suficiente presión.

Cuando finalmente llegó el día anterior a la prueba, la atmósfera en casa era tensa. Alastor había pasado toda la mañana revisando notas y haciendo ejercicios ligeros para mantener su cuerpo activo. Su mente estaba completamente enfocada en lo que estaba por venir, pero, a pesar de todo su esfuerzo y preparación, no podía evitar sentir una pequeña punzada de duda en el fondo de su ser. ¿Y si no era suficiente? ¿Y si no lograba pasar las pruebas? Sabía que, aunque había entrenado duramente, su cuerpo seguía siendo más frágil que el de la mayoría.

Esa tarde, su madre decidió preparar una cena tranquila. Sabía que no podía cambiar la situación, pero quería que Alastor sintiera su apoyo incondicional. Preparó algunos de sus platillos favoritos: sopa de calabaza, pescado a la plancha, y un pequeño pastel de frutas para el postre. Era una cena sencilla, pero significativa.

Cuando se sentaron a la mesa, el silencio entre ambos era palpable. Alastor jugueteaba con el tenedor, moviendo los trozos de comida en su plato mientras su mente seguía repasando mentalmente todo lo que había estudiado y practicado. Su madre lo observaba en silencio, tratando de buscar las palabras correctas para calmarlo.

-¿Estás bien, cariño? -preguntó finalmente, rompiendo el silencio.

Alastor levantó la mirada, notando la preocupación en los ojos de su madre. No quería mentirle.

-Estoy... nervioso -respondió sinceramente-. He entrenado mucho, pero... no sé si será suficiente.

Su madre dejó su tenedor a un lado y tomó su mano suavemente.

-Alastor, has trabajado más duro que cualquier otra persona que conozco. Ya sea que pases o no las pruebas, lo importante es que lo intentaste, que diste lo mejor de ti. No te estoy pidiendo que seas perfecto, solo que seas tú mismo.

Alastor apretó su mano, sintiendo el calor y el consuelo que le transmitía. Agradecía tener a su madre a su lado, siempre dispuesta a apoyarlo, a pesar de las dificultades. Aunque el temor seguía en su interior, saber que su madre estaba orgullosa de él independientemente del resultado lo tranquilizaba un poco.

-Gracias, mamá -dijo con una leve sonrisa, devolviendo el apretón-. De verdad, gracias por todo.

-No tienes que agradecerme -respondió ella, sonriendo de vuelta-. Solo quiero que sepas que, pase lo que pase mañana, estaré aquí para ti.

La conversación se desvió hacia temas más ligeros mientras continuaban cenando, lo cual ayudó a aligerar la tensión que ambos sentían. Alastor intentó relajarse lo mejor que pudo, disfrutando de la compañía de su madre y de la deliciosa comida que había preparado.

Esa noche, después de la cena, Alastor se retiró temprano a su habitación. El día siguiente sería el más importante de su vida hasta ese momento, y necesitaba descansar. Se recostó en su cama, mirando el techo, mientras su mente seguía recordando las semanas de preparación. Respiró hondo y cerró los ojos, tratando de calmar sus pensamientos. Sabía que, sin importar lo que sucediera mañana, había dado todo de sí.

Esa era la verdad más importante de todas.

Doncel [Static-Radio]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz