Capítulo 4

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Vicent había nacido con la vida resuelta, rodeado de lujos y comodidades que otros solo podían soñar. Desde pequeño, su familia le inculcó un sentido de orgullo, no solo por pertenecer a una familia adinerada, sino por ser varón, el sexo fuerte. En la sociedad de Nueva Orleans, los varones eran la cúspide de la jerarquía social. Eran los más respetados, los que ocupaban los cargos de poder, los que podían aspirar a cualquier cosa, y Vicent, por supuesto, estaba más que feliz con su posición.

Sus padres, particularmente su padre, le habían repetido desde temprana edad que él estaba destinado a la grandeza. Las mujeres y los donceles, según su padre, eran simplemente inferiores. Las primeras, aunque útiles en ciertos aspectos, eran demasiado emocionales para ser tomadas en serio, y los donceles... bueno, esos eran considerados aún más frágiles. Su padre nunca entendió la razón por la cual se les permitía siquiera soñar con una educación superior.

-Recuerda, Vicent -le decía su padre, ajustándole la corbata frente al espejo-, tú tienes la fuerza, la inteligencia, el poder para llegar donde quieras. No dejes que nada ni nadie te detenga. Sobre todo, no permitas que la debilidad de otros te influencie.

Con esos ideales firmemente grabados en su mente, Vicent creció confiado, seguro de su posición en el mundo. Nunca tuvo que esforzarse demasiado para conseguir lo que quería. La fortuna de su familia aseguraba que sus estudios fueran excelentes, sus amigos de buena cuna, y sus intereses, cualquiera que fueran, siempre fueran cubiertos sin problema.

A los diecisiete años, su vida era una mezcla de libertinaje y despreocupación. Se permitía vivir alocadamente en ciertos aspectos, asistiendo a fiestas extravagantes donde se mezclaba con los hijos de otras familias adineradas. Conocía a personas influyentes, a futuros políticos y empresarios, todos varones como él, todos con un mismo pensamiento: el mundo les pertenecía.

Cuando llegó el momento de decidir su futuro académico, Vicent no tuvo dudas sobre a dónde quería ir. La Universidad de Élite era el único lugar que consideraba digno de él. A lo largo de los años, esta universidad había forjado una reputación intachable como la institución donde solo los más fuertes y brillantes entraban, y curiosamente, todos los que habían pasado las pruebas y cursado las carreras más prestigiosas eran hombres. Ni una sola mujer, ni un solo doncel había logrado ingresar en esas áreas. Para Vicent, eso no era coincidencia, sino prueba de que la jerarquía natural del mundo estaba bien establecida.

La carrera que había elegido, una que le interesaba desde siempre, era una especialidad técnica que requería un alto grado de resistencia física y mental. Era conocida por ser especialmente exigente, una carrera en la que los hombres, y solo los hombres, habían logrado triunfar. Vicent estaba convencido de que sería el mejor, y por ello, no sintió la necesidad de prepararse exhaustivamente. Sabía que muchos de los postulantes pasaban meses entrenando, pero para él, ese esfuerzo era innecesario. Él tenía la ventaja de la genética y el legado de su familia. Los hijos de su estirpe no fallaban.

En los meses previos a las pruebas, mientras otros se enfocaban en estudiar o entrenar sus cuerpos, Vicent se permitió cierta relajación. No veía la necesidad de trabajar tan duro. Asistía a algunas sesiones de estudio, claro, pero también mantenía su rutina de vida despreocupada. Las fiestas seguían siendo una constante en su vida, donde bebía con amigos y discutía sobre el futuro que los aguardaba a todos.

-Vamos, Vicent, ¿de verdad crees que esos donceles o mujeres tendrán alguna oportunidad en la Élite? -le dijo un amigo durante una de esas reuniones-. No tienen lo que se necesita. Esto es para nosotros, los verdaderos hombres.

Vicent se rió, levantando su vaso en señal de brindis.

-Exactamente. No hay competencia real. Es una pérdida de tiempo para ellos intentarlo. Todos sabemos que quienes triunfaremos somos nosotros.

La risa de sus amigos resonó en la sala, y Vicent se sintió invencible. Las pruebas de admisión, que para muchos eran motivo de ansiedad, para él solo representaban un trámite más, un simple escalón hacia el futuro brillante que tenía asegurado. No importaba cuántos donceles o mujeres postularan; al final del día, ninguno estaría a la altura de los varones.

Sin embargo, aunque Vicent no lo reconocería en voz alta, en el fondo había una pequeña parte de él que quería asegurarse de que todo saliera como debía. No era tanto miedo, sino más bien una incomodidad que surgía ocasionalmente. Por eso, de vez en cuando, se tomaba un tiempo para repasar algunos temas, para asegurarse de que su desempeño no dejara lugar a dudas. Después de todo, aunque despreciaba la idea de que los donceles o las mujeres pudieran competir con él, tampoco quería parecer arrogante.

A medida que el día de las pruebas se acercaba, sus padres lo alentaban constantemente. Sabían que su hijo tenía el potencial de ser el mejor, y lo empujaban a mantenerse enfocado, aunque con el típico enfoque relajado de una familia que nunca había conocido la dificultad.

-Hijo, recuerda -le dijo su padre una mañana antes de salir de casa-, la Universidad de Élite es solo el primer paso. Tienes un futuro brillante por delante, y nadie puede quitarte eso.

Vicent asintió, sintiendo la presión sutil que siempre lo había acompañado. Aunque parecía despreocupado, sabía que no podía fallar. Su familia, su posición social, todo dependía de que continuara con el legado de excelencia que se esperaba de él.

La noche antes de las pruebas, mientras otros estudiantes probablemente repasaban sus estudios o se preparaban mentalmente para el desafío que les esperaba, Vicent decidió relajarse en su mansión. Se sentó en el balcón, observando las luces de la ciudad, sintiéndose en la cima del mundo. La brisa nocturna era refrescante, y el silencio de su hogar le daba una sensación de paz que disfrutaba.

-Mañana seré el mejor -se dijo a sí mismo, con una sonrisa confiada.

Vicent estaba listo para enfrentarse al futuro, convencido de que su camino hacia la grandeza no tendría obstáculos. Nada ni nadie podía interponerse entre él y su éxito.

Doncel [Static-Radio]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz