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Sonó el despertador de forma habitual en la habitación de los Gabel Collard, causando que la madre pelirroja se pusiera de pie casi inmediatamente.

-Dormilón, creo que es hora de comenzar el día - alzó la voz encontrándose parada a un costado de la cama.
-No quiero ir a trabajar hoy - contestó una voz masculina a duras penas.
-Tienes que hacerlo, Jason. Así que te pones de pie ahora mismo - le ordenó jalándole la sábana -. Y tiendes la cama, que yo iré a preparar el desayuno.
-Si, señora Gabel, lo que usted ordene - murmuró el hombre quejándose.

Dylean esbozó una sonrisa llena de satisfacción y se dirigió a la habitación que compartían sus adorados y "pequeños" hijos:

-Timothy y Bryan... Es hora de levantarse, y es mejor que se den prisa porque sino llegarán tarde a la escuela.
-Deja de decirme lo que tengo que hacer, mamá - masculló el puberto de doce años con una voz pesada.
-Cuida ese vocabulario, Bryan - replicó ella con voz de enfado -. Ya habíamos hablado de eso, ¿acaso quieres que te quite nuevamente tu celular?
-No.
-Pues baja inmediatamente.
-Mamá, ¿no me darás mi beso de buenos días? - intervino una vocecita aguda desde la cama del fondo.
-Aw, claro que sí Tim - rápidamente Dylean se acercó al pequeño de seis años y le plantó un tierno beso en la mejilla -. Ven, vamos a preparar el desayuno.

La colorada optó por hacer pancakes acompañados con una porción de fresas bañadas en chocolate líquido. El más pequeño de la familia se encontraba fascinado pues era uno de sus platillos favoritos.

-¡Apresúrense, la mesa ya está servida! - gritó mientras acomodaba los platos sobre el tablón.

Jason bajó apresurado, tratando de acomodarse la corbata pero le parecía algo imposible. Afortunadamente la paciencia y la eficacia de Dylean lo sacaron de su aprieto.

-Es increíble como puedes hacer tanto a la vez - le sonrío el castaño orgullosamente.
-Tener todo en orden ayuda mucho, ¿sabes? - contestó ella concentrada en hacer el nudo.
-Sí, sé que me dirás que necesito ser más limpio querida, gracias.
-Me conoces bien, pero necesitas mejorar en como organizas tus cosas - finalizó con unos golpecitos en el pecho y alzó la mirada, sonriente.

-¡Mamá, no encuentro mis tenis! - gritó Bryan desde arriba interrumpiendo un posible beso entre padre y madre.

Jason y Dylean soltaron una pequeña carcajada al darse cuenta de la irónica situación.

-¡Busca debajo de la cama de Tim! - contestó la esbelta mujer intuitivamente.
-¡Gracias, ma', acá están!

Todos esbozaron una sonrisa nuevamente y partieron a la mesa. Pocos minutos después se les unió Bryan.

-¿Qué no vas a desayunar? - Jason le preguntó extrañado a su esposa.
-Sólo tomaré una taza de café porque iré a casa de mis padres.
-¿Entonces no irás a dar clases a la Universidad? - cuestionó Bryan echándose un bocado.
-Hoy no hubo clase de Ciencias, querido. Así que tengo el día libre.
-Vaya suerte - Jason rodó los ojos.

Tim rió de manera cómica a la respuesta de su padre, trayendo así más alegría a la mesa.

-Bueno - prosiguió Dylean después de carcajearse -, entonces los dejaré a ustedes dos en la escuela y de ahí partiré a casa de los abuelos.
-Está bien, nos los saludas - asintió Bryan levantándose de la mesa para ir a lavarse los dientes.
-Le dices a la abuela Cheryl que me haga galletitas con forma de animales, por favor - pidió el tierno Tim acabando su platillo.
-Por supuesto que lo hará, dile a Ron que me debe una botella de tequila - señaló Jason -, otro día pasaré personalmente por ella ya que me debe también una ronda en el póker.
-Está bien, está bien. Haré lo que me pidan, chicos. ¿Algo más?
-Creo que no, mi reina - replicó el castaño con sarcasmo.
-Deberías apresurarte, los niños acabaron primero que tú.
-Eso intento.
-No tienes remedio, señor Gabel - la fémina se puso de pie y le besó la cabeza mientras reposaba su mano en el hombro de él.
-Me encanta que seas una Gabel - le sonrió el esposo de manera encantadora.
-Lo mismo digo - asintió de la misma manera para luego bromear -, bueno, sólo a veces.

Después de dejar a sus pequeños en la escuela, partió rumbo a la casa de sus padres.
Aquella casa tenía un toque demasiado rústico comparada a la suya, sin embargo, ella no podía negar que era sumamente cobijante y que además, le traía los mejores recuerdos de su alegre infancia.

-¿Papá? - llamó estando una vez adentro -. ¿Mamá?
-Estoy acá en la cocina, hija - se alcanzó a escuchar una voz muy suave al fondo.

Era Cheryl, la rubia matriarca.

-¡Ron, ven ya! ¡Dylean acaba de llegar!

Al adentrarse en la cocina, la bella mujer no pudo evitar sonreír enormemente. Se acercó de inmediato a su madre y le entregó un tremendo abrazo.

-¿Hija, en serio eres tú? - bromeó un hombre pelirrojo de alta estatura en el marco de la puerta.
-Papá, veo que tu buen humor no ha desaparecido desde la semana pasada que te vi.

Ron le sonrió mostrando sus imperfectos dientes: -Deja apapacharte - le dijo extendiendo sus largos brazos.

-El desayuno ya casi está, te hice lo que más te gustaba de pequeña - anunció la madre.
-Oh, no debiste.
-Esperamos que no hayas comido algo en tu casa - dijo Ron dirigiéndose a la sala color marrón -. ¿Qué dice el sucio Jason?

Dylean lo siguió hasta detenerse en el marco donde él estaba parado: -No mucho, lo mismo de siempre, odia su empleo y yo me encargo de recoger todos sus desastres.

El hombre soltó una risotada en son de burla mientras leía el periódico en su sillón favorito.

-Ah, por cierto - ella frunció el ceño -, dice que le debes una botella de tequila pero que él mismo quiere venir por ella... Le debes además una partida de póker.
-¡Vengan a desayunar ya! - gritoneó Cheryl.
-Querida, está vez yo paso, tráeme un café.
-¡Tómalo tu mismo! - refunfuñó la rubia.
-Sí, mi vida.

Dylean no pudo evitar sonreírse a sí misma, sin duda las cosas no cambiaban entre ellos a pesar del tiempo. A su vez se dio cuenta de que era muy parecida a su madre, y eso la hizo sentir orgullosa en aquel momento.

-Madre, olvidé decirte que los niños te mandaban saludos. Timothy muere por que le hagas sus galletas preferidas.
-Es un amor - comentó la mujer sirviéndole un plato -. Dime, ¿ya no has batallado con Bryan? La última vez me dijiste que estaba muy hormonal.
-Está cada vez peor - dijo la pelirroja acomodándose en la silla -. Lo he castigado un sin fin de veces, ya ni si quiera respeta a Jason.
-Jason... - repitió la madre con inconformidad -. ¿Cómo va lo tuyo con él?

Dylean se sintió un poco incómoda e insegura: -¿A qué te refieres? ¿Pasa algo con él ahora?
-Sabes perfectamente de lo que hablo, Dy... - contestó, partiendo un pedazo de pollo con su tenedor -. Aquella aventura donde desgraciadamente fue descubierto ti.
-Oh, eso... - se atragantó ella y bebió un poco de su jugo -. Creo que ya lo dejamos en el pasado, él está mejor que nunca conmigo: se comporta más cariñoso, me ayuda más con los niños y está tratando de mejorar en muchos aspectos personales.
-Tal vez hayan pasado tres años desde que sucedió eso, pero sinceramente él ya perdió mi confianza por completo.
-Mamá, por favor - la esbelta rodó sus verdes ojos -. Llevamos dieciséis conociéndonos, tarde o temprano tenía que pasar.
-Pero eso no significa que no debe de doler - continuó ella estrictamente -. Si yo descubriera a tu padre con otra mujerzuela ten por seguro que lo echo a patadas de esta casa.
-No quiero continuar con este tonto tema - murmuró ella -. Yo lo perdoné y ahora estamos mejor que nunca, no puedo quejarme demasiado.

-¿Discuten sobre algo, mujeres? - Ron alzó la voz interrumpiendo cómicamente.
-¡Así es, dialogo con la Sra. Gabel sobre su comprometido esposo!
-¿Gabel? - resopló el hombre -. Dylean es una Collard pese a todo, así que en esta maldita casa ella no es nombrada como una Gabel.
-¡Papá! - se quejó ella con desenfado desde la cocina.
-Lo sabes Dylean, lo sabes... Collard naciste y Collard serás hasta el final.
-Has oído a tu padre, querida - la madre arqueó las cejas en señal de aburrimiento antes de tomar un último trago de café -. Aquí eres Dylean Collard.

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