Antes no tenía a quien amar
Mucho espero por alguien especial
O alguien a quien darle lugar
Alguien como tu tan linda y diferente
No puedo ahora sacarte de mi mente
Ahora pienso en ti a cada instante
Ya encontre a la persona que esperaba
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La gran sala del palacio estaba iluminada por el resplandor de cientos de candelabros, su luz danzante creando un ambiente cálido y acogedor. Las largas mesas estaban decoradas con las sedas más finas del reino, dispuestas con gran esmero y elegancia. Las flores frescas, de colores vibrantes, adornaban cada rincón, y los aromas de los manjares recién preparados llenaban el aire, prometiendo una velada memorable.
Los reyes de los reinos vecinos, todos hombres de porte noble y majestuoso, habían llegado ya. La conversación fluía entre ellos, entre risas y elogios, mientras disfrutaban de los aperitivos que se les ofrecían. Los murmullos reverberaban en la sala, creando una atmósfera de camaradería, pero también de intriga, ya que cada reino tenía sus propios intereses y ambiciones.
Bakugo se mantenía en el centro de la sala, su presencia imponente atrajo la atención de todos. Vestía una túnica de seda negra que acentuaba su figura musculosa, y su mirada ardía con la confianza de un rey que había enfrentado muchas batallas. Aunque había estado ausente durante meses, su regreso no pasó desapercibido. Las miradas de admiración de los nobles, junto con el respeto que había cultivado a lo largo de los años, reforzaron su estatus como un rey formidable.
Cuando Mei hizo su entrada, la sala se silenció por un instante. Todos los ojos se posaron en ella, su belleza etérea iluminada por la luz de las velas. Vestía un deslumbrante vestido de seda blanca con bordados dorados que resaltaban su figura, y su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros. Bakugo, al verla, sintió que su pecho se llenaba de orgullo. Era más que su esposa; era su reina, y estaba allí para apoyarlo en esta importante ocasión.
Con una suave sonrisa, Mei se acercó a Bakugo, quien la tomó de la mano y la llevó junto a él. Juntos, miraron a los reyes y nobles reunidos, y la conversación se reanudó mientras los sirvientes comenzaban a servir los platos principales.
─ Bienvenidos, amigos ─dijo Bakugo, su voz resonando con autoridad─. Es un honor tenerlos aquí esta noche. Espero que disfruten de la cena y la compañía.
Los reyes asintieron, algunos expresando su gratitud mientras saboreaban los deliciosos platillos que se les ofrecían. A medida que avanzaba la cena, las conversaciones se hicieron más animadas, y los brindis se sucedieron, llenando el aire con promesas de alianzas y cooperación entre reinos.
Sin embargo, a pesar de la camaradería, Bakugo no pudo evitar notar las miradas de algunas de las damas presentes, quienes se atrevían a coquetearle, lanzando sonrisas y guiños en su dirección. Aunque no era la primera vez que enfrentaba esa atención, le resultaba irritante. Su corazón pertenecía solo a Mei, y no había lugar para nadie más en su vida.
Mei, observando discretamente la escena, se sintió un tanto incómoda, pero no dejó que eso afectara su comportamiento. A medida que la noche avanzaba, ella se encargó de mantener la conversación fluida entre los reyes, presentando temas de interés y asegurándose de que todos se sintieran incluidos.