Antes no tenía a quien amar
Mucho espero por alguien especial
O alguien a quien darle lugar
Alguien como tu tan linda y diferente
No puedo ahora sacarte de mi mente
Ahora pienso en ti a cada instante
Ya encontre a la persona que esperaba
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En el palacio, la tensión era palpable. Mei, como regente en ausencia de Bakugo, se enfrentaba a una situación inesperada. Mientras supervisaba los trabajos de reconstrucción y mantenimiento del palacio, un grupo de hombres que trabajaban para Bakugo se había reunido en el gran salón. Sus rostros reflejaban desdén y desobediencia.
—No estamos aquí para seguir órdenes de una mujer —dijo uno de ellos, un hombre de mediana edad con una expresión desafiante—. Nos hemos ganado el respeto de este reino y no vamos a dejar que se nos trate como a sirvientes.
Mei se sintió herida por el desprecio, pero sabía que debía mantenerse firme. Se enderezó, su porte elegante se tornó autoritario, y sus ojos brillaron con determinación.
—¡Silencio! —gritó Mei, su voz resonando en el salón—. Soy la reina de este reino y, mientras mi esposo no esté, soy su portavoz. Cada palabra que salga de mi boca es la voluntad de Bakugo. Quien no cumpla mis órdenes será considerado un traidor a la corona.
El murmullos se intensificaron entre los hombres, y Mei pudo sentir la resistencia en el aire. Algunos se intercambiaron miradas, como si buscaran apoyo en sus dudas. Sin embargo, ella no se dejaría amedrentar. Se acercó a ellos, su mirada penetrante sosteniendo la tensión en el aire.
—Fallar en cumplir mis órdenes es fallarle a Bakugo —continuó, su voz firme—. Él confía en mí para mantener el orden y la seguridad de este palacio y del reino. Cualquier acto de desobediencia no solo pone en peligro a cada uno de ustedes, sino también a sus familias y seres queridos.
Los hombres comenzaron a murmurar entre ellos, y Mei aprovechó la oportunidad para elevar su voz, llenándola de autoridad.
—El rey Bakugo ha luchado por cada uno de ustedes. Ha sacrificado mucho en la frontera para proteger su hogar. Y ahora, cuando necesita su lealtad más que nunca, se niegan a seguir a su reina. ¿Es eso lo que son, hombres de honor?
Con esas palabras, Mei observó cómo algunos de los hombres empezaron a reflexionar. La duda comenzó a surgir en sus rostros mientras la verdad de sus palabras calaba hondo. Ella se detuvo un momento, dejando que la tensión se acumulara antes de dar el golpe final.
—Si hay alguien que no esté dispuesto a seguir mis órdenes, que se presente ahora y lo diga. No los condenaré, pero deben entender que su elección tendrá consecuencias. No pueden permanecer aquí sin cumplir con sus deberes.
Uno de los hombres, un joven llamado Ryo, se adelantó con vacilación.
—Mi reina, solo queremos hacer lo que es correcto —dijo, su voz temblorosa—. Pero no estábamos preparados para esto.
—¿Lo que es correcto? —preguntó Mei, levantando una ceja—. ¿Y no es correcto honrar el sacrificio del rey? ¿O es que solo ven su estatus y no el valor de su lucha?
Ryo miró a sus compañeros, y poco a poco, varios comenzaron a asentir. La mirada de Mei se suavizó, pero aún mantenía la firmeza en su postura.
—Si realmente son hombres de honor, entonces trabajen conmigo. Juntos podemos hacer que este reino sea fuerte. Si siguen mi liderazgo, honrarán a Bakugo y demostrarán su lealtad.