Antes no tenía a quien amar
Mucho espero por alguien especial
O alguien a quien darle lugar
Alguien como tu tan linda y diferente
No puedo ahora sacarte de mi mente
Ahora pienso en ti a cada instante
Ya encontre a la persona que esperaba
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Habían pasado unos meses desde que Mei y Bakugo recibieron la noticia de su segundo embarazo, y la vida en el palacio había cambiado significativamente. Mei ahora tenía una panza considerablemente grande, su vientre redondeado mostraba el avanzado estado de su embarazo. A medida que el bebé crecía, sus movimientos se volvían cada vez más pesados y le resultaba difícil realizar algunas tareas cotidianas, como levantar a su hijo mayor, Eirian.
Eirian, quien ya había comenzado a correr por todo el palacio y mostraba una gran energía, extrañaba los momentos en que su madre lo alzaba en brazos y lo acurrucaba. A menudo, al no poder tenerla tan cerca como antes, el pequeño rompía en llanto. Esa tarde, mientras Mei descansaba en una silla cómoda, tratando de aliviar la tensión en su espalda, escuchó a Eirian comenzar a llorar en una esquina de la sala.
—Mamá... mamá —sollozaba Eirian, sus ojitos rojos y lágrimas cayendo por sus mejillas, mientras extendía sus brazos hacia ella, rogando por el contacto que tanto deseaba.
Mei lo miró con ternura, sintiendo un leve dolor en su corazón al no poder levantarlo como antes. Las náuseas, la fatiga y el peso del embarazo la habían limitado mucho, y aunque quería consolar a su hijo, sabía que sus fuerzas ya no eran las mismas.
—Lo siento, cariño —le dijo Mei con voz suave pero algo entrecortada, mientras acariciaba su vientre—. Mamá no puede cargarte ahora... pero ven aquí, ven con mamá.
Se inclinó hacia adelante tanto como pudo, abriendo los brazos para recibir a Eirian. El pequeño corrió hacia ella, abrazándose a sus piernas y enterrando su carita en su regazo. Mei le acarició suavemente el cabello, tratando de calmarlo, aunque ella también se sentía frustrada por no poder hacerlo mejor. Sabía que Eirian era aún pequeño para comprender lo que sucedía.
En ese momento, Bakugo entró en la habitación. Al ver a su esposa luchando por consolar a su hijo y al pequeño llorando, su expresión se suavizó. Rápidamente se acercó y levantó a Eirian en sus brazos con facilidad.
—Shh, está bien, campeón —dijo Bakugo en su tono suave, algo que solo usaba con su familia—. Mamá necesita descansar un poco. Ven, vamos a jugar un rato.
Eirian, aún con los ojitos llenos de lágrimas, se aferró a su padre, aunque sus sollozos comenzaron a calmarse poco a poco. Bakugo miró a Mei, quien le sonrió agradecida, aunque se veía claramente agotada.
—Gracias, Katsuki —murmuró Mei, recostándose nuevamente y suspirando.
—No te preocupes, yo me encargo de este pequeño revoltoso por un rato —respondió él, acercándose para darle un suave beso en la frente a Mei antes de llevarse a Eirian a otra parte de la habitación para jugar.
Mientras observaba a Bakugo con su hijo, Mei no pudo evitar sentir una mezcla de emociones. Amaba a Eirian más que a nada, y la llegada de su segundo hijo la emocionaba, pero también temía no poder atenderlos a ambos como se merecían. La maternidad, aunque gratificante, era agotadora, y sentía el peso de sus responsabilidades sobre ella.