Capítulo 13

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Entre más me la mamas más me la crece. Disfruten de mi granito de arena al Tododeku.

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Abrazos.

Era lo que más recibía del mayor.

Cada que podía sentía como era abrazado por el pecoso, estaba demasiado feliz.

Abrazos por haber aprobado las matrículas condicionales, abrazos por las buenas notas, y, una vez, un beso en la mejilla.

Ahora era algo común para el adolescente ir a la casa del mayor, solía mentir a su familia que iba con Yaoyorozu, era algo vil, pero rogaba a su amiga que lo ayudase de tapadera.

Recuerda bien como había estado en el sofá del héroe viendo una película, el como sus manos se tocaron, entrelazaron sus dedos, se miraron fijamente por un buen tiempo, sentía que tenía que actuar, pero el mayor fue más rápido, dándole un beso en la mejilla.

— Me alegro de que estés conmigo— confesó el peliverde con una sonrisa tierna.

Hace tiempo que el mayor simplemente acepto que tenía sentimientos por el menor, pero no podía besarlo como quisiera, ni mucho menos hacer algo más allá de lo debido, pero quería disfrutar el poco tiempo que le quedaba antes de que dejara de ser maestro suplente, dónde su parte favorita era verlo en la escuela y ayudarlo a mejorar.

— A mi me gusta estar con usted— los ojos de Shoto brillan con emoción ante las palabras del mayor.

El héroe se había vuelto su mundo, un lugar seguro en el cual refugiarse, al que le podía contar todo.

No podía decir que eran una pareja, tenían una relación complicada de explicar, pero está feliz con lo que tienen, tocarlo, abrazarlo, sobrepasar un poco los límites impuestos, amaba eso.

Si, pudo haber muerto esa vez en el ataque al centro de la ciudad, pero eso hizo que el mayor sea más abierto con sus sentimientos, y más cariñoso, empezando a formar esa extraña relación.

— Estoy planeando visitar a mi madre— soltó de repente.

Había estado considerando esa posibilidad hace ya mucho tiempo, desde que discutió con el mayor en realidad, pero recién ahora se animaba a intentar algo al respecto.

— Yo opino que lo hagas, es un nuevo capitulo de tu vida, y tendrías que visitarla para curar alguna vieja herida— el mayor posó su mano en el pecho del medio albino, justo donde iba el corazón.— Aquí debes sanar— habló dulce.

El menor ante eso se sonrojo en exceso, pero no le disgustaba en lo absoluto, por lo que solo tomo la mano del pecoso para después entrelazar sus dedos con los del héroe.

— Tiene razón... Lo haré...— por ahora solo disfrutaría de acurrucarse en el pecho del pecoso, admirar sus hombros al descubierto, contar sus cicatrices, y aspirar ese aroma tan dulce de manzanas con chocolate.

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— ¿Usted es?— pregunto la recepcionista del lugar, anotando los datos que el menor le dió.

— Shoto Todoroki— respondió nervioso, el lugar lo ponía nervioso.

— Piso dos, cuarto número nueve, disfrute su visita— le dió un pequeño colgante que decía que era un visitante, con a lo mucho una hora de visita.

El de hielo y fuego asintió, agradeciendo el colgante para después caminar por esos largos y (a su parecer) interminables pasillos, de color blanco y azul pastel. Podía observar a niños ahí, había ventanas que daban una vista hacia el jardín, donde se encontraban familias conviviendo en plena paz. Hace mucho que no recuerda cuando vivió algo así, solo recuerda una sensación de calidez en su pecho las veces que su madre lo defendía de su padre, o curaba sus heridas.

Se detuvo en seco cuando logro observar su destino.

Una gran puerta de madera con el número “09” se alzaba en su frente, el pomo de un color dorado invitandolo a girarlo. Tembló y por un momento se congelo en su puesto, pero, tenía que hacerlo, y enfrentar lo que por tantos años le había atormentando.

Más decidido tomo el pomo de la puerta, abriéndolo dejándolo ver una habitación algo grande, el aroma era agradable, olía como lavandas, y había una ventana en donde estaba un pequeño florero, al lado de la ventana estaba la mujer que había sido su motivación en un inicio para convertirse en héroe, sentada de forma tranquila, mientras leía un libro.

— Mamá...— susurro, temiendo destrozar la calma que tenía la mujer.

La albina apenas escucho la voz de su hijo se volteo, ahí estaba, su pequeño Shoto, su bebé, su niño.

Al inicio la cara de la mujer demostraba una gran sorpresa, pero después, una dulce sonrisa se presento en el rostro de esta.

— Shoto...— lágrimas surcaban sus ojos, levantándose rápidamente para irlo abrazar.— Lo lamento Shoto, lo lamento, mi niño, perdóname— su madre lo abrazaba con fuerza, mientras se disculpaba.

— No me... ¿No me odias?— pregunto ingenuo, pensó que su madre no lo quisiera haber visto, que lo echaría del lugar, pero no, fue recibido con los brazos abiertos.

— Por supuesto que no mi niño, lamento haberte hecho creer eso— su madre besaba la cara de su niño, lo había extrañado demasiado.— Te amo tanto Sho.

— Yo también...— regocijaba en felicidad, aceptando alegremente los besos y el abrazo de su madre, no la recuerda tan cariñosa, pero tampoco se quejaba.

Tenía que contarle tantas cosas.

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Pequeñito pero práctico.

Me sentí inspirada.

Pastel de magnolia se despide.

So if you need a hero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora