En el vertiginoso mundo de la Fórmula 1, donde las rivalidades son intensas y las emociones corren a toda velocidad, Max Verstappen, el apasionado piloto de Red Bull Racing, se enfrenta a su desafío más inesperado. Después de una dolorosa ruptura co...
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Capitulo 23
Olivia pov
Los relativamente largos descansos entre las semanas de carreras siempre han sido una bendición. Con el próximo Gran Premio de Países Bajos no iniciando hasta el 21 de agosto, Max y yo decidimos aprovechar estos días para volver a Mónaco, aunque fuese solo por una semana. Las carreras siempre nos tienen en movimiento, saltando de un país a otro, y Mónaco, con sus calles tranquilas y ese atisbo de normalidad, se había convertido en nuestro refugio.
Max pasaría parte de ese descanso visitando a su padre. Yo, por otro lado, tenía algunos compromisos en Londres antes de que nos volviéramos a encontrar tres días después, para pasar otra semana juntos en el apartamento de Max en Mónaco. Parecía un plan simple, pero con la velocidad a la que nuestras vidas avanzaban, esos días de descanso se convertían en una especie de calma antes de la tormenta.
Después de nuestra segunda semana en Mónaco, yo volaría para pasar unos días con Joe y su familia. Necesitaba ese respiro, un pequeño escape para reconectar con los que habían sido como una segunda familia para mí durante tanto tiempo. Tras esa breve visita, Max y yo nos reencontraríamos nuevamente, esta vez para volar juntos a Zandvoort y enfrentar la adrenalina del Gran Premio.
El itinerario estaba trazado. Las próximas semanas serían como un rompecabezas de momentos juntos y separaciones temporales.
El sol de la tarde se filtraba suavemente a través de las cortinas del apartamento de Max, llenando la habitación con una luz cálida y dorada. Me encontraba recostada en el sofá, con una copa de vino en la mano, observando cómo Max, en la cocina, preparaba algo ligero para cenar. Su concentración en lo que hacía siempre me había fascinado; ese mismo enfoque que tenía en la pista se traducía a los momentos más sencillos de la vida cotidiana.
Era nuestro último día juntos antes de separarnos, al menos por unos días. Sabía que él no estaba particularmente entusiasmado con la idea de ir a visitar a su padre. Su relación era compleja, cargada de tensiones y expectativas no cumplidas. Aun así, él se sentía responsable de mantener ese vínculo, aunque fuera frágil.
—¿Ya lo tienes todo listo para Londres? —me preguntó Max, levantando la mirada desde la sartén mientras removía lo que parecía ser pasta.
—Sí, ya empaqué toda esta mañana —respondí, apoyando la copa en la mesa de café—. No te preocupes, no me olvidaré de nada esta vez.
Max sonrió de lado, sin dejar de cocinar.
—Sabes que no me importa lo que te olvides. Solo asegúrate de no olvidarte de regresar.
Su tono era ligero, pero había algo en sus palabras que delataba que, aunque la separación era corta, ninguno de los dos la disfrutaba del todo.
—Sabes que siempre vuelvo —le respondí, levantándome del sofá para acercarme a la cocina. Me paré a su lado, observando cómo continuaba cocinando, y pasé mis brazos alrededor de su cintura desde atrás, apoyando mi mejilla en su espalda—. Será solo una semana. Luego estaremos de vuelta aquí antes de que te des cuenta.
