Todo había pasado tan rápido que Yoko no tuvo otro remedio más que continuar sonriendo: el día de la cita había llegado.
Aquel lunes que llegó a su casa y su padre le dio la noticia de su semana de vacaciones supo que era una señal para algo bueno. A la noche, Jeremy preparó una parrillada con todos sus compañeros de trabajo, incluido el dueño y el gerente de la clínica, y fue ella misma la que se ofreció a acomodar el desorden que provocaría dicha reunión. Obteniendo así, además de una mirada dudosa de Brycen, nada más y nada menos que 150 dólares.
Saltó de emoción al momento de recibirlos e inmediatamente los guardó evitando perderlos porque sabía el destino que a esa suma significante le esperaba: darle la mejor impresión a Faye de sus propios actos. No se había puesto a pensar que implicaba aquello de limpiar voluntariamente pero se tiró de cabeza a su decisión porque por el momento no tenía otra donde aferrarse.
Hasta que Samuel, esa noche de la parrillada, comenzó a hacerle preguntas raras como "¿Qué pasó con la profesora después del abrazo?" O "¿Por qué te quedaste con ella y no conmigo como lo haces siempre que te sientes mal?". Preguntas y acusaciones que ella excusó con celos pero que la hicieron temblar por miedo a ser descubierta. Debía entonces comenzar a cuidar más sus actos y no descuidar los compartidos con Samuel, el chico era demasiado inteligente a la hora de leerla y un simple silencio le diría a él toda la verdad.
—Entre la profesora y yo no pasa nada y... dudo que vaya a pasar —agregó sin molestia porque Samuel al final de cuentas sabía de su gusto por la pelinegra. Pero nada más— Ella es... me trata como al resto —le aseguró para no decirle lo que sus deseos interiores le reclamaban a gritos expresar. Tenía que admitirlo, estaba viviendo demasiadas emociones que la hacían feliz y quería compartir con su mejor amigo, sin embargo, aún no podía. Faye se lo pidió y lo último que deseaba era molestarla o, peor aún, terminar lo que acababan de empezar.
Debía aguantar un poco más, o tal vez mucho, y cargar con esa felicidad sola hasta que las cosas se vieran estabilizadas o al menos con un rumbo fijo. Que contradictorio era eso del amor; se necesitaba a alguién para ser feliz pero a alguién más para que te aconseje.
Suspiró con desdén y movió la cabeza despegando esa única tristeza que la molestaba. Estaba segura que cuando Samuel supiera toda la verdad no solo se sorprendería sino que la apoyaría sin medir las consecuencias e ignorando, a su modo amenazante, a los que dijeran algo.
Sí, definitivamente necesitaba el oído de su mejor amigo pero no se comparaba a la necesidad de lo que estaba por venir.
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El miércoles, cuando su clase con el molesto profesor de matemática terminó, caminó de forma segura y ansiosa al salón donde Faye debía estar preparando su maletín para marcharse. Sonrió bajo el marco de la puerta y, al ver a la pelinegra que estaba sola, se acercó después de cerrar la puerta y se aferró a su espalda de manera cariñosa.
Su corazón rebotó de alegría cuando le susurró algo contra su oído y la pelinegra contestó con un suspiro.
—Voy a besarte —le advirtió sin demoras volteándola rápidamente y capturando sus labios con ansiedad y dominio. Faye, como nunca antes en el instituto, rodeó su rostro con las manos y le devolvió la misma respuesta emocional sin espera. Pudo sentir el escalofríos de la pelinegra cuando pasó la lengua por su labio inferior cargado de brillo y olor a frutilla que saboreó por unos segundos. Faye se recargó contra el escritorio antes de que ella avanzara por más.
—Yoko qué...
—Este viernes, después de nuestra última clase... ¿Me esperarás a las afueras de Lima?
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Lenguaje del amor - FayeYoko
FanficFaye Malisorn es la nueva profesora del McKinley. Yoko Apasra, su alumna menos aplicada. Esta historia solamente es una adaptación, todos los créditos van hacia su autor/a original