Otro día, otro regalo para llevar a Miss Beatriz, y una vez más, Lydia estaba sola. Elliot suspiró mientras se acercaba a la puerta de la casa, sosteniendo un pie de calabaza en sus manos. Pensaba en como esas visitas y recados le impedían pasar más tiempo con Elías. Había pasado un mes desde que habían podido tener una conversación adecuada. Frente a la puerta de Miss Beatriz, la incomodidad reinaba en el aire después de un simple saludo.
— ¿Quieres pasar? —preguntó Lydia, su sonrisa amable pero forzada.
— Ah… bueno, solo quería dejar esto. Mi madre dijo que quería regalárselo a tu madre, en agradecimiento por el pastel de naranja de la otra vez...
— Bueno… mi madre dijo que debería ofrecerte una taza de té, ya sabes, por cortesía.
Elliot dudó un momento, pero finalmente asintió y pasó. Los minutos de silencio se hicieron incómodos; Lydia intentaba iniciar una conversación, pero Elliot no parecía interesado.
— ¿Elliot?
— ¿Sí?
— ¿Tienes algún sitio a donde ir? Por tu rostro… parece como si te estuviera reteniendo aquí...
— Oh… lo lamento, solo estoy pensando en mis cosas… suelo pasar tiempo en la biblioteca a esta hora… estudiando...
— Bueno… supongo que por alguna razón eso te resulta más... interesante.
— Lo siento, no quise ser descortés. Es solo que tener cosas planeadas y luego que mi madre me pida favores… es algo frustrante. No es por ti, Lydia. Lo lamento si te hice sentir así.
Lydia suspiró y tomó un sorbo de su té.
— Elliot, no tienes que preocuparte por esas cosas… sólo… puedes ir ahí si quieres —dijo con una leve sonrisa.
Elliot se sintió algo culpable. No quería que Lydia sintiera que estaba desperdiciando su tiempo.
— Lo lamento… de verdad.
Lydia se mantuvo en silencio, sin mirarlo.
— El té estuvo delicioso... —dijo Elliot, en un torpe intento de hacer el momento menos incómodo.
— También el pie de calabaza que hizo tu madre… dale las gracias. Creo que a mi madre también le gustará.
— Sí, lo haré. Nos vemos. —Elliot se colocó su sombrero y salió del lugar.
Seguramente su madre, al igual que Miss Beatriz, estarían decepcionadas al darse cuenta de que no había ningún avance entre Lydia y él. Pero nunca habría algo sincero entre ellos dos. Elliot sabía bien lo que era. A pesar de no querer decepcionar a su madre, no podía dejar de sentir esa necesidad de ir cada tarde a la biblioteca solo por compartir tiempo con Elías, aunque fuesen solo unos escasos minutos.
Mientras caminaba hacia la biblioteca, su mente divagaba sobre las conversaciones que tendría con Elías esta vez, lo interesante que eran los libros que había llevado prestados o quizás... quizás... simplemente no debía pensar tanto. Podían simplemente hablar de todo y de nada, mientras veía esos ojos azules y se perdía en ellos... “¡Dios! ¿En qué estoy pensando?” Elliot se golpeó las mejillas, atrayendo miradas curiosas de los transeúntes. Trató de acelerar el paso, ansioso por encontrarse con Elías.
Elías normalmente lo habría recibido con una sonrisa, pero esta vez lucía enfadado. Revisaba varios papeles y los pasaba bruscamente, casi como si quisiera arrugarlos.
— ¿Elías? —dijo desde la esquina de la estancia, con temor de acercarse a él.
— ¿Elliot? Lo siento… ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
— Solo un momento —respondió Elliot, con cautela—. ¿Está todo bien?
Elías dejó escapar un suspiro, soltando los papeles.
— Ha sido un día complicado. Lo siento si te asusté.
— ¿Te pasa algo? Puedes contarme si quieres —dijo Elliot, acercándose. Estuvo a punto de acariciar una de sus mejillas, pero en el último segundo colocó su mano en el hombro de Elías—. ¿Qué es lo que perturba la mente del joven Ainsworth?
Elías sonrió levemente, mirando a Elliot a los ojos, lo que hizo que el joven rubio se sintiera intimidado y bajara tímidamente la mirada.
— Creo que es bueno tener un amigo como tú. Apareces siempre en el momento indicado.
Elliot apartó su mano.
— Sí… no olvides eso, somos… amigos y para eso estamos. ¿Qué es lo que te preocupa tanto?
Elías dudó un poco. No podía hablarle de la presión que sentía en Clarté. Ni tampoco de cómo el mismo Elliot representaba una preocupación para él. De como no salía de su mente y lo invadía en los momentos más inadecuados, Además… ¿Era buena idea abrumarlo con sus preocupaciones? ¿Empezar a hablar de su madre, de todo el ambiente abusivo que lo rodeó desde niño?
— Es solo… las responsabilidades. Estoy cansado, siento que todo se me viene encima y… no sé, realmente no sé qué tan capaz soy o si mi padre sigue vivo siquiera, si volverá o no aunque… — dio un largo suspiro.
“Desearía que no lo hiciera”, pensó para sus adentros.
— ¿Aunque? — Elliot lo tomó de los hombros, mirándolo preocupado.
— Simplemente estoy agotado… — rió con cansancio — Creo que subestimé las responsabilidades de mi padre.
Elliot decidió abrazarlo y le dio palmaditas en la espalda.
— Lo haces bien, joven Ainsworth.
Elías sintió como lo recorría el calor del cuerpo de Elliot y se mantuvo estático durante algunos segundos sintiendo como su corazón comenzaba a acelerarse, a pesar de todo, el contacto con Elliot no dejaba de ser reconfortante. Elliot se separó ligeramente aún con sus manos sobre los hombros de Elías, mirándolo a los ojos con una mezcla de preocupación y quizás algo más. Elías no pudo evitar examinar cada detalle del rostro de Elliot, esas lindas pestañas se cerraban suavemente con cada parpadeo, la curvatura de su labios…
“¿Cómo puedo seguir soportando esto?” pensó Elías mientras su mirada empezaba a centrarse en los labios de Elliot. Y el contrario no ignoraba estos detalles, él también era consciente de aquella tensión, la cercanía, el calor y aun así no deseaba apartarse. Probablemente fue solo un breve instante pero para ellos no fue algo insignificante, fue un momento que deseaban durara más y más. El problema es que ellos no sabían como continuar.
Elliot se alejó abruptamente y se aclaró la garganta.
—Tal vez deberíamos… deberíamos salir a dar un paseo. El aire fresco podría ayudarte a despejarte —sugirió, tratando de mantener la compostura.
Elías asintió lentamente, podría despejarse un poco, sin embargo, mientras Elliot estuviera cerca su corazón no tendría un verdadero descanso.
—Sí, me vendría bien. —dijo, tratando de sonreír.
Mientras salían juntos, la tensión entre ellos seguía presente, latente, pero ambos sabían que aún no estaban listos para enfrentar lo que realmente sentían. Aún no era el momento adecuado y, para ser más precisos, ¿lo sería alguna vez?
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Rébeiller Prólogue
Teen FictionEn la Valencia de 1919, una ciudad que aún se tambalea por las secuelas de la Gran Guerra, dos jóvenes de dieciocho años, Elías y Elliot, se encuentran en una encrucijada entre el mundo mágico, sobrenatural y humano. Elías, heredero de un oscuro li...