Capítulo 12

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Otoño de 1919

Elías se sentía desanimado. No había encontrado ninguna información sobre la supuesta "Lina", pero lo que más le preocupaba era su incapacidad para confesar sus sentimientos. Constantemente se preguntaba: ¿qué pasaría si Elliot lo rechazaba? Al menos habían encontrado a una bruja de sangre, Rubí, quien, además, tenía habilidades de piroquinesis, siendo más talentosa en este ámbito, a diferencia de sus habilidades con la manipulación de sangre. Rubí, una mujer de piel oscura y cabello de un color rojo intenso, había aceptado ingresar a Clarté porque su hermano sufría de una condición que los médicos convencionales no podían tratar.

"La degeneración", era un problema serio. Cuando un brujo excedía sus capacidades, su cuerpo humano se deterioraba, a veces las consecuencias eran llevadera, el brujo adquería un aspecto menos humano como castigo al abuso de sus habilidades, pero en otras ocasiones... El cuerpo sufría un daño aparentemente irreparable.

El par de hermanos llevaban una vida difícil, sus padres habían fallecido hace más de una década, y a veces mendigaban por un trozo de pan. Las personas miraban mal a Rubí y a su hermano, no solo por ser huérfanos, sino también por el color de su piel.

En Clarté le ofrecieron a Rubí los cuidados que su hermano necesitaba a cambio de su contribución para el equipo de investigación. Sin embargo, a Rubí se le dificultaba mucho controlar la sangre. El avance era lento, y las críticas hacia Elías empezaban a surgir, cuestionando su decisión de haber permitido el ingreso de Rubí a Clarté.

Elías sentía la presión. Sabía que su decisión de acoger a Rubí y a su hermano había sido correcta, pero los murmullos y las críticas comenzaban a afectar su juicio. Necesitaba demostrar que Rubí podía ser valiosa para Clarté, pero a veces sentía que empezaba a perder la paciencia, como si cediera lentamente a la presión del resto de personas.

Uno de los pocos puntos a su favor era que, gracias a Rubí, se había comprobado que al extraer sangre con la ayuda de una bruja de sangre se conservaban las propiedades que concedían a la personas ser afines a habilidades sobrenaturales o "mágicas".

Un día, mientras revisaba los informes, Elías decidió visitar a Rubí en uno de los laboratorios. Necesitaba ver por sí mismo cómo avanzaban las cosas. Al entrar, encontró a Rubí concentrada, intentando manipular una pequeña cantidad de sangre en un vial.

— Rubí, ¿cómo te sientes hoy?

Ella levantó la vista, sus ojos reflejaban cansancio pero también determinación.

— Estoy bien, señor. Solo que... esto es más complicado de lo que imaginé. Controlar el fuego es natural para mí, pero esto... —hizo una pausa, mirando el vial—... es tan frustrante, como si le pidieras a una gallina volar como una gaviota.

Elías levantó una ceja ante la curiosa comparación qué había hecho Rubí, no pudo evitar dejar salir una pequeña risa.

— Entiendo... pero te estás esforzando, es difícil no notarlo, y, aunque es más lento de lo que planeé, estás ayudando a que avance la investigación.

— Mire, yo... solo trato de dar lo mejor. No entiendo bien lo que pasa aquí y solo debo intentar esforzarme por tene la sangre en una burbujita el máximo tiempo posible, eso me dijeron y seguiré haciéndolo si cumple con lo que prometió.

— Soy un hombre de palabra. Tu hermano estará bien aquí, hacemos lo posible por él.

Rubí asintió, aunque la preocupación por su hermano nunca abandonaba sus ojos. Elías la entendía, quizás mejor que varias personas a pesar de la diferencia de sus situaciones.

— Lo sé, señor. Solo... a veces dudo de si seré capaz de cumplir con lo que está esperando.

Elías se acercó a la mesa de trabajo, observando la sangre en el vial.

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