Día 4
Pareja: SatoSugu
Etiquetas: Charlas incómodas | Distanciamiento | Reconciliación | Actos de amor |
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A veces las heridas no están en el cuerpo, sino en el alma...
— ¿Han visto a Suguru? — Satoru regresaba de otro día de misiones en solitario, ya llevaba dos semanas seguidas yendo de misión en misión sin descanso, además llevaba el mismo tiempo sin ver a Suguru y este ya ni siquiera respondía a sus mensajes y ni hablar de las llamadas.
— Creo que regresó de una misión ayer por la mañana, pero no lo he visto desde entonces... — respondió con cierta indiferencia Nanamin.
— Tsk. Bien, gracias. — bufó de mala gana y salió apresurado rumbo a las habitaciones de los de tercer año.
Aquella sensación agobiante no le dejaba en paz, desde lo sucedido con Amanai, las múltiples misiones en solitario y la poca comunicación que ahora tenía, Satoru había comenzando a sentir que lentamente estaba perdiendo a Suguru. Por más que intentaran pasar tiempo juntos, siempre había una misión, un problema o una urgencia que debían resolver, la relación que antes tenían parecía un cuento del pasado.
La confianza entre Satoru y Suguru era tal que, estos jamás habían cerrado sus puertas con llave, ya que ambos daban acceso libremente al espacio del otro, así que llegar a la habitación de Suguru y ver que estaba con seguro lo preocupó.
— ¡Suguuuruuu! — dijo en voz alta mientras tocaba la puerta, pero no había respuesta. — Suguru, sé que estás ahí. — siguió llamándolo hasta que la puerta fue abierta de imprevisto.
Al frente estaba un Suguru que Satoru desconocía, su perfecta cabellera estaba desaliñada, su rostro estaba más pálido, había ojeras bajo sus ojos y era evidente que habia perdido peso de forma considerable. ¿Qué carajos había sucedido todo este tiempo que apenas se daba cuenta de lo mal que se veía Suguru?
— A diferencia de ti, las personas normales necesitamos descansar después de una misión. — siseó con enfado, en su mirada no había ni una pizca de calidez, estaban inertes, ya no había ni emoción ni brillo.
— Lo siento, no quise despertarte. — habló en voz baja. — Recién regreso de una misión y pensé que sería bueno si podíamos pasar un rato juntos, pero veo que no estás de humor. — levantó su mano y dejó ver el pequeño presente que había traído. — Puedes comerlo, regalarlo o si no te gusta deshazte de él. — agregó con amargura al sentir el rechazo.
Ver cómo la vivaz mirada azul se oscureció producto de la tristeza hizo caer en cuenta a Suguru de su error y es que, aunque no se veían con regularidad cada vez que alguno regresaba de una misión, traía recuerdos para el otro, en el caso de Suguru siempre traía dulces y postres que dejaba en la habitación de Satoru, mientras que el albino compraba cada cosa que le recordara al pelinegro, desde lindos colgantes para su teléfono hasta postres salados por lo que siempre encontraban pequeños regalos en sus habitaciones.
— Satoru, yo... — tomó el presente y lo miró con pena.
— No te preocupes, entiendo que estás cansado. — llevó su mano a la parte posterior de su cuello. — Nos vemos otro día. — se dió la vuelta para ir a su habitación dejando a Suguru para en el umbral de su puerta.
A pesar de lucir fresco como una lechuga físicamente hablando, el desgaste de Satoru se centraba en su psique y sus sentimientos, no solo por el conflicto de estos sino porque también deseaba confesar sus sentimientos, pero la brecha entre ambos se había vuelto tan grande que ya no sabía cómo manejarlo. En la sofocante soledad de su habitación, Satoru se deshizo de su ropa y fue a tomar una dicha fría, las odiaba, pero era lo único que lo hacía devolver los pies al suelo, estaba cansado y ahora su único refugio parecía a punto de desmoronarse por completo.