Yutong entró al aula como cualquier otro día, con la esperanza de pasar la mañana sin problemas. Pero cuando el profesor colocó una pila de papeles sobre su escritorio y anunció el examen sorpresa, sintió un vacío en el estómago.
—No puede ser... —murmuró, mirando a WeiYun y Zichen, quienes parecían menos sorprendidos.
WeiYun, con esa calma inquebrantable, se inclinó hacia él, sonriendo. —No te preocupes, Yutong, lo harás bien. Ya verás, solo respira y concéntrate.
Zichen, un poco más serio pero siempre con una pizca de ironía en la voz, le dio una palmadita en la espalda. —Siempre te lo digo, esto es parte del ciclo, tarde o temprano ibas a tener que enfrentarlo. Quizás... si dejaras un poco los videojuegos...
El pelirrojo intentó no perder la compostura, pero el examen fue un desastre. No entendía la mitad de las preguntas, y cuando lo entregó, sabía que el resultado no sería bueno. Con un suspiro de derrota, miró a sus amigos.
—¿Tan mal te fue? —preguntó Zichen al notar la expresión en su rostro.
—Ni me lo recuerdes... —respondió Yutong, cabizbajo.
WeiYun, siempre atento, tomó la iniciativa. —Vamos, te invito una leche de soya —le dijo suavemente—. Sabes que eso siempre te anima.
A pesar de estar cabizbajo, Yutong no pudo evitar sonreír un poco. Le encantaba la leche de soya, y sabía que WeiYun también la disfrutaba tanto como él. Zichen, menos expresivo pero observador, agregó:
—No te preocupes tanto, los exámenes no lo son todo... aunque deberías, ya sabes, intentar estudiar más en serio.
Después de que compraron las leches de soya, Yutong se sintió un poco mejor, pero el nudo en su estómago no desapareció del todo. Realmente creí que podría hacerlo, pero he fallado —pensó, tomando pequeños sorbos de su bebida favorita.
Cuando llegó a su casa, el ambiente cambió de inmediato. Su madre, que no solía pasar mucho tiempo en casa, estaba en la cocina, y nada más verlo entrar, lo llamó desde la puerta.
—Yutong, ven acá un momento. —Su tono no era amenazante, pero tampoco parecía que fuera a felicitarlo.
Yutong suspiró internamente y caminó hacia ella, sintiendo el peso de lo que estaba por venir.
—¿Cómo te fue en la escuela? —preguntó, mientras cortaba unas verduras para la cena.
Yutong vaciló, intentando encontrar alguna forma de suavizar la situación. —Bueno... hubo un examen sorpresa...
Antes de que pudiera continuar, su madre lo miró con una ceja levantada. —No me mientas, Yutong. Sabes que esto no puede continuar. Si sigues así, no pasarás el año.
En ese momento, su hermana Yuling, que estaba sentada en la sala con el control en mano, jugando un videojuego, se giró solo lo justo para lanzar su comentario con su característico tono sarcástico.
—Oh, claro, porque Yutong siempre ha sido un genio —dijo sin apartar la mirada de la pantalla—. Quizás deberías abrir más libros y menos juegos, ¿no?
Yutong la miró de reojo. Sabía que Yuling, a pesar de su tono burlón, era una estudiante destacada. Y aunque no mostraba emociones abiertamente, siempre encontraba la manera de preocuparse... a su manera.
—Ya basta, Yuling —intervino su madre, aunque sin demasiada dureza. Después, miró a Yutong—. Sabes que tu hermana tiene razón. Deberías estudiar más si quieres mejorar.
Yutong subió a su habitación, sintiendo el peso de los regaños y las expectativas de todos sobre sus hombros. WeiYun, mamá, Yuling... Cada uno con sus propias expectativas. Cerró la puerta de su cuarto y se dejó caer en la cama. No tenía ganas de estudiar ni de pensar en el examen fallido. Su mirada se desvió hacia el rincón donde había escondido el grimorio, el Liber Daemonium Sanguis.
Se levantó y lo sacó de su escondite, pasando sus dedos por la cubierta negra con letras doradas. Algo en su interior se quebró, una mezcla de frustración y desesperación que lo empujó a tomar el libro entre sus manos y abrirlo.
—¿Por qué no? —susurró, sus dedos recorriendo las páginas amarillentas. Si había una posibilidad de cambiar su situación, aunque fuera pequeña, la iba a tomar.
