Encontrar las flores no fue un problema para Yutong. Al pasar por una florería que estaba cerrando, vio que estaban por tirar unos girasoles marchitos. Preguntó si podía quedárselos, y al dueño no le importó. Con los girasoles guardados en su mochila, continuó su camino. Casualmente, mientras regresaba a casa, encontró una moneda de plata antigua tirada en el suelo. Parecía que no pertenecía a nadie, ya que el lugar estaba vacío.
—Qué coincidencia... —murmuró para sí mismo.
Estaba por buscar las velas cuando recibió una llamada de su madre, cuyo grito resonó en sus oídos.
—¡Yutong, más vale que estés de regreso en 10 minutos o tu cena se enfriará!
—Sí, mamá, ya voy... —respondió con un suspiro.
Colgó la llamada, resignado a que tendría que posponer la búsqueda de las velas para otro día.
Al llegar a casa, cenó tranquilo. Cuando estaba por encender la televisión para jugar, su hermana Yuling lo interrumpió.
—¿Terminaste tu tarea? —preguntó, sin emoción en la voz, mirándolo fijamente.
Yutong desvió la mirada y, con una mueca, murmuró:
—No...
—Pues ve a hacerla —replicó Yuling, aún sin cambiar su tono de voz.
Derrotado, Yutong se dirigió a su habitación. Terminó su tarea rápidamente, el tema le resultó sencillo. Al guardar sus cuadernos en la mochila, vio los girasoles dentro y decidió esconderlos junto con la moneda y el libro. Los guardó en una caja de zapatos y la escondió bajo la cama, seguro de que su madre no la encontraría, ya que había dejado de limpiar su habitación desde que cumplió 16.
Esa noche se acostó temprano, con todo listo para el día siguiente.
A la mañana siguiente, Yutong se despertó antes de que sonara la alarma. Decidió salir temprano, pensando que no se encontraría con WeiYun ni con Zichen. Sin embargo, al llegar a la estación del metro, se topó con WeiYun, quien lo saludó con una sonrisa.
Mientras caminaban juntos, las palabras de Zichen resonaron en la mente de Yutong: "¿No crees que siempre piensas en él?"
—¿Yo siempre pienso en WeiYun? —se preguntó, mirándolo de reojo.
Observó a su amigo WeiYun era, sin duda, muy guapo: alto, con esa cabellera plateada que siempre llamaba la atención. Muchas chicas se acercaban a él para confesarle sus sentimientos, pero él las rechazaba a todas. Al principio, lo hacía de manera fría, pero hace un año algo cambió en su forma de tratarlas. Se volvió más gentil... ¿Por qué será?
WeiYun, al notar que lo estaba observando, se acercó un poco más a su rostro, tanto que Yutong casi pudo sentir su aliento.
—¿En qué tanto piensas, Yutong? Te ves distraído.
—Ah... yo... esto... —Yutong estaba nervioso, pero las palabras salieron solas—. Solo pensaba que el uniforme te queda muy bien.
WeiYun se alejó un poco, sorprendido por el comentario, y respondió:
—Gracias... —dijo, ligeramente sonrojado.
Es muy lindo, pensó WeiYun, aunque Yutong no notó el rubor en su amigo.
Cuando llegaron a la escuela, el profesor pidió a todos que entregaran sus tareas. Mientras el maestro comenzaba a calificarlas, los estudiantes aprovechaban para charlar entre ellos. Fue entonces cuando Yutong decidió preguntar:
—Weiyun, ¿por qué no viniste ayer a clases?
WeiYun pensó un momento antes de responder:
—Es algo que no puedo decirte por ahora.- dijo desviando la mirada.
Le sonrió amablemente, pero la respuesta desconcertó a Yutong. Por lo general, WeiYun le contaba todo, y ese secretismo solo le despertó más curiosidad.
—¿De verdad? —preguntó Yutong, algo molesto.
WeiYun, viendo lo adorable que se veía, no pudo resistir la tentación de acariciar su cabello, un gesto habitual entre ellos. Yutong se sonrojó un poco, aunque lo consideraba una muestra de afecto normal entre amigos. Sin embargo, había algo diferente en cómo se sentía ese día. Durante el almuerzo, WeiYun, como siempre, le ofreció comida, y Zichen observaba la escena divertido. Sabía que Yutong era inconsciente de la atmósfera que generaban entre ellos, pero tenía sentido: si alguien le daba de comer a Yutong, él simplemente lo aceptaba sin pensarlo.
Al finalizar las clases, Zichen se quedó para hacer limpieza en el colegio. Era su último día asignado. Yutong, en cambio, decidió aprovechar el tiempo para seguir buscando los materiales para el ritual. Mientras caminaba por las calles, entró a una tienda y recordó que su madre le había pedido que comprara papel film. Justo cuando estaba por pagar, recibió un mensaje de su hermana pidiéndole que le trajera un refresco.
Le dijo a WeiYun que se fuera a casa primero, y este asintió antes de despedirse.
En la tienda, además del papel film y el refresco, Yutong encontró unas velas negras en oferta, lo que le pareció una señal. "que casualidad" pensó. Al llegar a su habitación, guardó las velas junto a los girasoles y la moneda. Lo único que le faltaba ahora era la tiza.
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