CAPÍTULO 9

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El aire de la noche parecía más frío de lo normal mientras Yutong corría, apenas sintiendo el peso de sus propios pasos. Cada respiro era irregular, cada paso, una mezcla de confusión y angustia. La escena del beso, el rostro de WeiYun tan cerca, sus ojos brillando en la penumbra... Todo resonaba en su mente como un eco que se resistía a desvanecerse.

No sabía cuánto tiempo había corrido ni cuántas calles había dejado atrás hasta que, sin darse cuenta, se encontró en uno de sus lugares habituales para pensar: el parque vacío al lado de la escuela. Bajo la tenue luz de las farolas, que lanzaban sombras alargadas sobre el suelo, Yutong trató de calmarse. Se obligó a respirar profundamente, a bajar el ritmo de sus pensamientos.

Tomó asiento en una de las bancas y miró al suelo, en un intento de dar sentido a ese nuevo sentimiento que lo abrumaba. No era enojo, tampoco miedo... pero sí algo que hacía que su corazón latiera más rápido, algo que no lograba nombrar. No sabía si quería gritar, o simplemente quedarse ahí, esperando que la fría brisa de la noche le trajera alguna claridad.

"¿Por qué hizo eso...?" murmuró, sin esperar una respuesta. Yutong llevó la mano a sus labios, recordando la calidez inesperada del beso y cómo ese instante había cambiado todo. ¿Era posible que WeiYun sintiera...? No. No quería imaginarlo. Negó con la cabeza, deseando que fuera solo un error, un impulso que no significaba nada. Pero entonces, ¿por qué no podía dejar de pensarlo?

Suspiró y miró a su alrededor. Las farolas parpadeaban, como si el parque mismo compartiera su confusión. Después de unos minutos, se dio cuenta de que ya era muy tarde y decidió regresar a casa, recordando que al día siguiente tenían clases. Por suerte, sus padres dormían profundamente, así que no tuvo problema en escabullirse hasta su habitación. Una vez dentro, se dejó caer en la cama, su mente aún girando en torno a lo sucedido. Fue entonces que, con un suspiro cansado, recordó que en la prisa había dejado su mochila en la catedral abandonada.

—Genial... —murmuró para sí mismo, rodando los ojos—. Tendré que buscar otra mochila antes de dormir.

Pero, por más que lo intentara, no podía quitarse a WeiYun de la cabeza.

Mientras tanto...

Yutong había desaparecido entre las sombras antes de que WeiYun pudiera detenerlo. WeiYun se quedó en el mismo lugar, sintiendo el peso de lo que acababa de hacer caer sobre él como una noche sin luna. Dio un paso atrás, tambaleante, y sus ojos recorrieron la iglesia vacía. Las velas a medio apagar parpadeaban como los últimos restos de una esperanza frágil, y aquellas paredes, testigos de su secreto, ahora parecían juzgarlo en silencio.

Con un suspiro, se dejó caer en uno de los bancos, sus dedos apretando con fuerza el borde. "¿Qué he hecho...?" murmuró, su voz apenas un eco perdido en el vasto espacio. Sabía que la línea que había cruzado no tenía vuelta atrás. ¿Por qué lo había hecho? El peso de su impulsividad se hacía cada vez más insoportable.

Quizás siempre había soñado con ese momento, con tener a Yutong tan cerca que podía sentir su respiración, su esencia... Pero nunca había pensado en lo que vendría después. Sabía que esa proximidad no era suya, que ese lazo que había cruzado sin permiso podía llevarlo a perderlo todo. La idea le dolía profundamente, como si la iglesia misma le estuviera arrancando el alma.

Recordó el brillo en los ojos de Yutong, el desconcierto y la sorpresa cuando sus labios se encontraron. ¿Se habría dado cuenta Yutong de lo que sentía? ¿Lo consideraría un error, un momento de confusión? WeiYun cerró los ojos, el miedo y la culpa apretándole el pecho.

Pero, al mismo tiempo, en el fondo de ese temor, algo en él no podía dejar de revivir el instante, ese pequeño instante en que por fin había hecho tangible lo que tanto había guardado. Una parte de él sentía una alegría amarga, pero otra estaba aterrorizada. ¿Cómo enfrentaría a Lin Yutong mañana, en clases? Para el colmo, se sentaban juntos, y la incomodidad que se avecinaba parecía ineludible.

—Mañana las cosas serán muy incómodas... —se dijo en voz baja, apoyando los codos en las rodillas y escondiendo el rostro entre las manos.

Cuando estaba a punto de salir de la catedral, sus ojos se encontraron con la mochila que Yutong había olvidado en su prisa por huir. Por un momento, se quedó inmóvil, debatiéndose entre dejarla ahí y llevársela consigo, como un último esfuerzo por mantener algún tipo de conexión. Finalmente, la recogió y guardó cuidadosamente las cosas de su amigo.

Salió de la catedral en silencio, aprovechando la oscuridad de la noche para pasar desapercibido. Alzando la vista al cielo, con su propio corazón aún hecho un nudo, se elevó lentamente hacia su casa.

Mi amigo es un vampiro y....Donde viven las historias. Descúbrelo ahora