Yutong regresó solo a casa ya que WeiYun había salido temprano por un asunto urgente. Aunque Yutong insistió en acompañarlo, el profesor lo retuvo, recordándole que su nota en esa materia estaba por los suelos y que no podía permitirse más distracciones. Parado en el metro, sus pensamientos vagaban entre el ritual que estaba por realizar y el extraño comportamiento de WeiYun. ¿Trataría a otra persona como trataba a WeiYun? Se preguntó, casi soltando su mochila por un descuido. Esa pregunta lo atormentaba; no entendía por qué el vínculo con su amigo le parecía diferente al resto.
Cuando llegó a casa, encontró una nota de sus padres explicando que estarían fuera por trabajo. Yuling estaba en la cocina preparando la cena. A pesar de que solían discutir, cocinar juntos parecía ser una actividad que, por algún motivo, lograba unirlos. Al terminar, ambos se retiraron a sus habitaciones. Yutong, queriendo matar el tiempo, pensó en enviarle un mensaje a WeiYun para ver si jugaban algún videojuego, pero recordó que WeiYun trabajaba los fines de semana en una tienda de té con leche.
Con un suspiro, decidió que tal vez mañana debería salir a dar un paseo. Se recostó en la cama y se dejó llevar por el sueño.
Al día siguiente, Yutong despertó tarde, como era su costumbre los fines de semana. Decidió salir a comprar té con leche para su hermana y para él. Al llegar a la tienda donde trabajaba WeiYun, lo saludó y preguntó con preocupación:
—¿Fue muy grave lo que te pasó ayer?
WeiYun lo miró y sonrió, su mirada suave. Le encantaba cuando Yutong se preocupaba por él.
—No fue tan grave, solo un pequeño problema, pero ya está resuelto. Lo bueno es que esa persona no nos molestará más. —Suspiró aliviado—. Está relacionado con lo del otro día, pero ahora me siento mucho más tranquilo.
Yutong frunció el ceño, preocupado.
—Eso suena grave. Si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en pedírmela, estaré siempre para ti —dijo, mostrándole una cálida sonrisa.
WeiYun le devolvió la sonrisa, asintiendo.Al salir de la tienda, Yutong se encontró con Su Zukui, una compañera de otra clase con quien se llevaba muy bien. Después de intercambiar algunas palabras, ambos se quedaron en silencio cuando sintieron una mirada intensa detrás de ellos. WeiYun los estaba mirando, y su expresión no era la habitual.
Zukui notó la actitud de WeiYun y, aunque no lo mencionó, se preguntó por qué él seguía mirándola como si fuera una amenaza. "¿No se había confesado ya? ¿Tal vez no? ¿Por qué siempre me mira como si fuéramos rivales?", murmuró para sí misma mientras se alejaba.
De regreso a casa, Yutong se encontró con un niño que le pidió jugar. Sin poder resistirse, aceptó y pasaron la tarde jugando al escondite y otros juegos. Como agradecimiento, el niño le regaló la tiza que usaron. Yutong aceptó, contento, pero entonces recordó que había quedado de jugar con Zichen y Yuling. Se despidió apresurado y corrió hacia casa, intentando no derramar los tés con leche que llevaba.
Después de un par de horas de juegos, Yutong inventó una excusa para retirarse. Dijo que había olvidado comprar materiales para un proyecto. Regresó a su habitación, cogió las cosas que había recolectado para el ritual y las guardó en una mochila. Sabía dónde ir, había pasado por unas ruinas de un edificio en construcción, y algo más allá lo había llamado la atención: unos brillantes vitrales de una catedral abandonada.
Con la mochila al hombro, se dirigió a las ruinas. El ambiente era tenso cuando llegó y empujó las pesadas puertas de la catedral, que rechinaron en el vacío, llenando el aire de un eco inquietante. El lugar estaba cubierto de polvo, y Yutong sintió un escalofrío en la espalda. A pesar de la creciente sensación de miedo, estaba decidido a realizar el ritual.
Preparó todo tal como lo decía el grimorio: el círculo de tiza, los girasoles marchitos en el centro, las velas a los lados. Finalmente, respiró profundo y pronunció las palabras:
—De tenebris voco te, qui desiderium animæ impleas. Egredere ex umbris et pactum signa sanguine.El ambiente cambió de inmediato. El aire se volvió pesado, como si las sombras mismas lo rodearan. Un viento frío barrió la catedral, haciendo que las velas titilaran. Yutong, sorprendido por la intensidad del cambio, cayó al suelo, preguntándose si realmente había hecho bien el ritual.