Capítulo 16

253 54 12
                                    

Cuando el sol se asomó en la cara de Minho, éste se dispuso a no hacerle ni el mínimo caso y a seguir durmiendo, pero los pisoteos constantes de Jisung dando vueltas a su alrededor, le obligaron a que deje la flojera a un lado y abriera los ojos.

Le gustó la forma en la que el enano estaba vestido. Unos pantalones deportivos ajustados y una remera holgada, aún así se veía sexy y tentador. ¿Cómo lo hacía? Aún recuerda aquella vez que salió obligadamente a cenar con su familia, recuerda lo mucho que le gustaron los muslos de Jisung en esos jeans ajustados, se sentía tan malditamente caliente y al mismo tiempo enojado.

Puto Jisung. Puto por tener el cuerpo perfecto y la cara de ángel como le gustaba. ¿Pero por qué demonios tenía que ser tan insoportable?

— Tenemos actividades. — habló Jisung, al notar como Minho parecía totalmente perdido en sus pensamientos.

Este sólo alzó las cejas, somnoliento. Se levantó, estiró sus huesos y luego de un buen rato de estar mirando a Jisung, se le acercó.

— Buenos días, enano.

El rubio sintió que lo abrazaban por detrás y evitó poner una sonrisa tonta. Minho colocó sus manos sobre su abdomen, e inhaló el olor de su cabello. Realmente olía delicioso.

Hum, qué caritativo era el pelinegro por las mañanas. Incluso podría acostumbrarse.

— Buenos días...

— ¿No quieres que nos divirtamos antes de salir?

Jisung se vio tentado en aceptar, pero entonces recordó todo lo que había pensado la noche anterior y simplemente negó, desinteresado. Iba a hacer que su desvelo valiera la pena.

— Tengo mejores cosas por hacer.

Se alejó, como si el contacto de Minho podría llegarle a contagiar de herpes. Éste otro lo mira confundido.

— ¿Ocurre algo?

— No, ¿debería?

Se pararon uno frente al otro, Jisung mantuvo la mirada seria en todo momento y el pobre de Minho no supo qué decir. Creía que luego de lo que pasó la noche anterior tenía el pase libre con el rubio y le dolería una patada en los huevos si no fuese así. El no permitiría por nada del mundo que alguien pisoteara su orgullo, y aún menos si se trataba de Jisung.

— Lo de anoche... perdón, me dejé llevar y de verdad créeme que no volverá a pasar algo parecido.

Se estaba disculpando por haber sido tan fácil y trataba de rescatar su dignidad. Porque estaba seguro que aún le quedaba, y mucho.

— ¿Y quién te dijo a ti que eso me molestó? ¿Ah? — el pelinegro rompió el espacio personal para rodearlo por la cintura y pegar sus cuerpos de forma muy intima. — No pretenderás que dejemos el rollo, ¿verdad?

Eso era lo último que Jisung quería hacer, ¿había otra opción? Era obvio que Minho quería follárselo porque estaba necesitado, de seguro era de esos que no duraban mucho en meter su pene por algún lugar. Eso explicaría porque de repente se había fijado en alguien como él.

— Hey... — le llamó el mayor, llevando sus dedos hacia su delicado mentón y alzarlo suavemente para que lo mirara. Rozó sus labios con los de Jisung, esos roces pequeños que lograban que se pusiera muy duro. Bajó sus manos nuevamente a las caderas del contrario, lo tomó con fuerza para alzarlo y comerle la boca como se manda.

Oh no, Jisung de verdad no iba a soportar eso. Pataleó para alejarse, mirándolo como si quisiera matarlo.

— Suéltame o te juro que esto va a terminar muy mal.

Minho rodó los ojos y se alejó, limpiándose los labios.

— Mira Jisung...

— No Minho, ¿qué no lo entiendes? No quiero siquiera tener algo que ver contigo. No creas qué porque te puse en la cabaña conmigo significa que me traes loco como a alguno con los que te acuestas. Si no puedes mantener tu pene calmado, te recomiendo que vayas con Wooyoung o con quien más te parezca, pero a mí no me molestes. No quiero tus putos besos mañaneros, ¿comprendes? No me jodas, ni te acerques.

Sin esperar una respuesta, se fue del lugar dando pasos certeros, al menos satisfecho por hacer bien.

Lo que no le gustó fue la forma en la que su cuerpo aún ardía por el toque de Minho en sus caderas, era como si con una simple caricia encendiera todo dentro de él. Ahora entendía porque el pelinegro tenía a muchos detrás de él. Era muy bueno para ser real, sus manos sabían muy bien cómo tocar y encender todo a su paso. Pero el no sería el juguete de nadie, ni siquiera de Minho, por mucho que le gustara el sabor de sus labios y el cuerpo grandioso que se cargaba.

El no necesitaba ser la segunda opción de nadie.

Paciencia - Minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora