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El departamento de Ringo estaba lleno de risas y el eco de los tambores. En una esquina del pequeño salón, Julian Lennon, con su cabello desordenado y una sonrisa radiante, seguía atentamente las instrucciones de su maestro. Era un niño curioso, lleno de energía y talento, y el sonido de la percusión llenaba el aire mientras Ringo le enseñaba los fundamentos de la batería.

—¡Eso es! ¡Más fuerte! —exclamó Ringo, animando a Julian. —Recuerda, los tambores son como tus palabras. Tienes que golpear con confianza.

—Como cuando le digo a mi papá que quiero más helado, ¿verdad? —Julian respondió, riendo mientras ajustaba su agarre en las baquetas.

—Exactamente. Aunque no estoy seguro de que tu papá te haga caso, pero es un buen intento —bromeó Ringo, dándole un guiño. La puerta del departamento se abrió de golpe y entraron John y Paul, con sonrisas anchas y un aire despreocupado.

—¡Hola, pequeño rockstar! —gritó John, mirando a Julian con orgullo. —¿Cómo van esas lecciones?

—¡Genial! Estoy aprendiendo a tocar como tú, papá —respondió Julian, sus ojos brillando de emoción.

Paul se acercó a Ringo, quien estaba aún con las baquetas en la mano. —¿Estamos interrumpiendo algo importante? —preguntó, levantando una ceja.

—No, solo enseñándole a Julian cómo hacer ruido —respondió Ringo, riendo mientras se sentaba en su banqueta. —¿Listos para salir?

—Sí, nos encontramos con Yoko —dijo John, su tono más serio. —Quiero que conozcan a alguien especial.

Paul lo miró, intrigado. —¿Yoko? ¿Es esa la artista de la que me hablaste?

John asintió, su expresión llena de entusiasmo. —Sí, y estoy bastante emocionado. La conocí la semana pasada en una galería de arte. Tiene una perspectiva única sobre las cosas.

Julian, con su energía infantil, interrumpió: —¿Es bonita?

—Es más que bonita, Julian. Es... interesante —respondió John, buscando las palabras. —Ella tiene una forma de ver el mundo que realmente me ha hecho pensar.

Ringo y Paul se miraron, ambos sintiendo que había más en la historia de lo que John compartía. Paul decidió dar un paso hacia la conversación. —¿Y cómo te sientes al respecto, John? Sabemos que a veces las relaciones pueden ser complicadas.

John se encogió de hombros. —No lo sé. A veces me asusta un poco, pero también es emocionante. Es como cuando escucho una nueva canción que no puedo dejar de reproducir. Es un riesgo, pero vale la pena, ¿sabes?

—Eso es lo que se siente al escribir música, ¿no? —dijo Paul, sonriendo. —Es un salto al vacío.

Ringo asintió. —A veces, lo que más asusta puede ser lo más gratificante. No siempre hay que tener miedo a lo nuevo, John.

Julian se acercó a su padre, su curiosidad evidente. —¿Te gusta mucho?

John miró a su hijo, con una sonrisa cálida. —Sí, Julian, me gusta. Y creo que deberías conocerla.

Mientras la conversación continuaba, Ringo interrumpió: —¿Qué tal si nos tomamos un café antes de ir a ver a Yoko? Tengo algunas cosas que quiero discutir contigo, Paul. Quizás algo nuevo para una canción.

Paul asintió, sintiéndose más relajado. —Eso suena bien. Siempre estoy buscando inspiración.

John sonrió, sintiéndose afortunado de estar rodeado de amigos que entendían sus altibajos. —Bien, entonces, tomaremos un café y luego conoceremos a Yoko.

Mientras se preparaban para salir, Julian corrió a abrazar a su padre. —¡Papá! ¿Voy a poder tocar en el escenario como tú algún día?

John se agachó para estar a la altura de su hijo. —Claro que sí, campeón. Pero primero, sigue practicando. Recuerda, la práctica lleva a la perfección.

—Y yo te enseñaré todo lo que sé —intervino Ringo, dándole una palmadita en la espalda a Julian.

Two of us (Starrison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora