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La luz del sol se filtraba a través de las cortinas del pequeño apartamento de Ringo y George, creando un cálido resplandor en la cocina. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el de las tostadas que chisporroteaban en la sartén. Ringo se movía con la tranquilidad de la rutina matutina, un sonido constante de risas y bromas llenando el aire.

—¿Otra vez Pattie te pidió un favor? —preguntó Ringo, viéndolo fruncir el ceño mientras revisaba su teléfono.

George suspiró, dejando caer el dispositivo sobre la mesa. —Sí. Dice que necesita que le lleve algo a su madre. Como si no tuviera una vida propia.

—Lo hace porque sabe que eres un buen amigo —dijo Ringo, intentando mantener un tono ligero. —Pero eso no significa que debas decir que sí todo el tiempo.

—Lo sé —respondió George, frotándose la frente. —Pero no quiero parecer un idiota. Solo… no quiero estar siempre a su disposición.

Ringo asintió, reconociendo la frustración de su amigo. A veces, las relaciones del pasado podían ser más pesadas de lo que parecían. —Tal vez deberías ser honesto con ella. Dile que necesitas espacio.

—Fácil de decir, difícil de hacer —replicó George, sirviendo el café en dos tazas. —Es como una bola de nieve, empieza pequeña y luego se convierte en un gran problema.

Mientras George hablaba, Ringo lo observaba con atención, dándose cuenta de que su amigo necesitaba más que solo un consejo. George había sido siempre el más comprensivo entre ellos, pero a veces se olvidaba de cuidar de sí mismo. Ringo sonrió con complicidad.

—¿Y si hacemos un trato? —propuso Ringo, recogiendo una tostada. —Hoy por la noche, después de la exposición de Yoko, le dices que no puedes ayudarla más. Además, te mereces un descanso.

George frunció el ceño. —No estoy seguro de querer ir a esa exposición. Yoko es… diferente.

—Vamos, George. No se trata solo de Yoko. Será divertido, y tú necesitas salir de esta casa. Además, John está organizando un grupo de WhatsApp y todos van a ir. Paul ya confirmó.

—¿Paul? —preguntó George, levantando una ceja. —¿Qué tiene que ver él?

Ringo se encogió de hombros, su sonrisa burlona revelando un poco de picardía. —Tal vez quiera ver a Linda. O tal vez solo quiere escapar de sus clases.

George soltó una risa suave, pero rápidamente se recuperó. —No sé… siento que no quiero mezclarme en eso.

Ringo se acercó, sirviendo un poco de café en la taza de George. —Solo un par de horas. Si no te gusta, puedes irte. Pero no me digas que te quedarás en casa todo el fin de semana. No es justo que Pattie te use de salvavidas.

La expresión de George se suavizó mientras tomaba un sorbo de café. La amistad entre ellos siempre había sido su refugio. Sabía que Ringo tenía razón. —Está bien. Pero si todo se convierte en un lío, serás el primero en escucharme quejarme.

Ringo sonrió, satisfecho. —Trato hecho. Ahora, ¿qué planes tienes para hoy?

—Nada más que trabajar en un nuevo tema para la serie en la que estoy colaborando. Pero puede que no termine en nada —dijo George, encogiéndose de hombros.

Ringo lo miró con complicidad. —Tú siempre terminas haciendo algo genial. Solo tienes que concentrarte en lo que te inspira. ¿Tienes algo en mente?

George suspiró, sintiéndose un poco más aliviado. —A veces me gustaría que las cosas fueran más simples.

Ringo lo miró, notando la profundidad de sus palabras. La amistad entre ellos era un refugio donde podían compartir sus vulnerabilidades. —Siempre escribes lo mejor cuando te inspiras en lo que realmente sientes. No te contengas.

Antes de que pudieran continuar la conversación, el teléfono de George vibró. Era un mensaje de John en el grupo de WhatsApp: "¡Chicos! No olviden la exposición de Yoko esta noche. Quiero verlos allí. ¡Va a ser épico!"

—Ahí lo tienes —dijo Ringo, intentando sonar triunfante. —John está emocionado.

—Él siempre está emocionado por todo —respondió George, pero una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

Ringo se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando de entusiasmo. —Entonces, ¿cuál es la decisión, George? ¿Vas a ir o no?

George se quedó en silencio por un momento, sintiendo el peso de su indecisión. Pero mirando a Ringo, sintió que tal vez era hora de salir y enfrentar el mundo. —Está bien, voy. Pero prometo que no me quedo más de dos horas.

—¡Perfecto! —dijo Ringo, sonriendo ampliamente. —Así al menos tendrás algo de tiempo lejos de Pattie y sus problemas

—Sí, eso espero —murmuró George, ya sintiendo un poco más de ánimo.

A medida que terminaron su desayuno y se preparaban para el día, Ringo no podía evitar sentirse afortunado de tener a George a su lado. La amistad entre ellos era un refugio, una forma de navegar los altibajos de la vida juntos.

Mientras se dirigían a salir, Ringo se detuvo un momento y dijo: —¿Sabes? No importa lo que pase, siempre estaré aquí para ti.

George lo miró, sus ojos reflejando gratitud. —Lo sé, amigo. Gracias.

Two of us (Starrison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora