Capítulo IV

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La madriguera estaba más atestada que un concierto de Rock. Siete hermanos Weasley, con sus respectivas siete parejas más el puñado de nietos que habían procreado entre ellos, era más de lo que cualquier salón podía soportar.

Por eso, siendo previsores, Arthur Weasley había instalado una pequeña carpa en el jardín, y la había llenado de hechizos calentadores.

La familia al completo se encontraba dentro de ella, sentados en torno a una larga mesa cubierta de cantidades ingentes de comida cocinada por la siempre célebre cocinera, Molly Weasley.

Harry observaba divertido la interacción de todos los hermanos de Ron. Fred y George estaban allí junto a Angelina Jonhson y Alicia Spinet, antiguas compañeras del equipo de quidditch de Gryffindor con las que llevaban saliendo desde el colegio. Lo curioso es que costaba decir quién estaba saliendo con quién. Esos cuatro parecían muy unidos. Mucho. Demasiado. Algo raro había ahí.

Bill y Fleur seguían mirándose tan empalagosamente el uno al otro como en el día de su boda, tantos años atrás, mientras por el rabillo de ojo, controlaban que sus hijos, Victorie, Dominique y Louis, se comieran todas sus verduras y no las escondieran disimuladamente debajo de la mesa.

Percy y Audrey se sentaban junto a ellos, acompañando a la pequeña Molly de tres años que apenas si llega a la mesa. También parecían muy felices.

Ginny reía de algún chiste que le estaba contando Neville, mientras se acariciaba el abultado vientre. Ellos habían empezado a salir justo al final de la guerra, y se habían casado en cuanto Ginny terminó sus estudios en Hogwarts. La carrera como corresponsal deportivo de Ginny había retrasado durante varios años su deseo de formar una familia, pero recientemente eso había cambiado, al establecerse ella por fin en Londres trabajando como columnista de El Profeta, y ahora la pareja esperaba con ansias la llegada del nuevo miembro del clan Weasley.

La nota arcoíris, como siempre, la ponía Charlie, que después de saltar de una cama a otra durante prácticamente toda su vida, hacía ya tres años que había decidido sentar la cabeza con nada más y nada menos que Vicktor Krum, buscador retirado de la selección de quidditch de Bulgaria, ídolo de masas y fantasía erótica por excelencia de la mitad de las mujeres, y algún que otro hombre, del mundo mágico. Cabrón con suerte —Pensaba Harry.

—Entonces... ¿Harry y tú habéis decidido dejar de negar lo evidente y casaros de una vez? —Harry giró la cabeza para encontrarse con el rostro malévolo de Ginny, que se burlaba de su hermano. No era la primera vez que algún miembro de la familia Weasley hacia una broma similar, y Ron lo tenía tan asumido ya que ni siquiera levantó la cabeza de su plato antes de responder a su hermana.

—Harry es mi mejor amigo, eso es mucho mejor que estar casados.

—Pero puede que dentro de poco sí que oigamos campanas de boda. —Canturreó una sonrojada Molly Weasley, que sin duda se había pasado un poco con el vino, sorprendiéndolos a todos.

—¿Como dices? —Preguntó Percy mirando a su madre.

—No puede ser cierto —Ese era Bill, uniéndose a la conversación.

—¿Nuestro pequeño Ronnie sale con alguien? —La burla unida al apelativo que Ron odiaba no podía venir de nadie más que de Fred.

—No salgo con nadie. —Se apresuró a aclarar el aludido.

—Pero mañana tiene una cita con un chico estupendo y si todo sale bien, el año que viene habrá una persona más sentada en esta mesa. —Soltó la matriarca Weasley provocando una reacción general de algarabía en todos los miembros de su familia, que rápidamente empezaron a hablar todos a la vez, tratando de darle consejos a Ron sobre qué hacer y no hacer en su próxima cita mientras este se limitaba a rodar los ojos y tratar de seguir comiendo.

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