Capítulo VI

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—No puedo creer que esté haciendo esto. Creo que no había venido aquí desde que tenía catorce años.

Ron trataba de mantener el equilibrio como podía sobre las cuchillas de los las patines. La propuesta de Jack de ir a patinar al lago congelado le había pillado por sorpresa. Bien es verdad que de niño solía ir allí con sus hermanos durante los inviernos, cuando la superficie del lago se congelaba lo suficiente como para que fuera seguro deslizarse por encima de ella. Pero aquello eran juegos de críos, ahora, a sus casi treinta años de edad, las caídas dolían, y su equilibrio distaba mucho del que solía ser.

—Pensé que sería divertido, he querido venir aquí a patinar desde que me mudé a este pueblo, pero hasta ahora no he tenido con quién.

Ron miraba la enorme sonrisa de Jack, preguntándose si había algo en el mundo capaz de borrársela, parecía que ese hombre jamás dejaba de sonreír. Era algo bueno, su risa se le contagiaba rápidamente, dándole la sensación de que con él todo era felicidad y positivismo, era una expectativa muy agradable.

—Y lo es, pero ya no tengo edad para estas cosas, temo caerme y romperme la cadera —Bromeó mientras se esforzaba en mantener el equilibrio, aquello era más difícil de lo que recordaba.— A mi mejor amigo, Harry, que ha venido conmigo a pasar aquí las fiestas, esto le encantaría. Disfruta muchísimo con cualquier juego infantil, le encantan.

—Podemos venir con él otro día, y con tus hermanos, tu madre me ha hablado mucho de ellos también, toda tu familia parece encantadora.

—Si, me vuelven un poco loco, pero son los mejores. Me fastidia no verlos más que un par de veces al año. Los echo de menos.

—¿Nunca te has planteado volver a Inglaterra?

—Si te soy sincero, me lo planteo cada día nada más levantarme de la cama.

Era verdad. Hacía mucho tiempo que no se sentía a gusto en Irlanda. La idea de volver a Inglaterra, a su pequeño pueblo, con su familia y sus amigos de toda la vida, cada vez le atraía más. Incluso había pensado en abrir una tienda de artículos de quidditch que pudiera competir con la del Callejón Diagón.

Si no lo había hecho ya, era porque todas sus fantasías se desvanecían en el momento en que la cara de Harry irrumpía en sus pensamientos.

No podía irse y dejarlo solo en Irlanda.

Y Harry no querría volver, Inglaterra era un recuerdo constante de todo el sufrimiento de su adolescencia, en Irlanda había creado una nueva vida, con un trabajo que le gustaba y nuevos amigos. Aunque se atreviera pedirle que volviera con él, Harry no aceptaría, y dejarlo allí solo, le parecía poco menos que traición.

—¿Y qué te detiene?

—Bueno... Son varias cosas. Tengo un trabajo, que aunque no es que me encante, me da para vivir. He hecho muchos amigos allí y bueno... También está Harry. No puedo irme sin más y dejarlo atrás.

—Harry parece muy importante para ti.

Ron se encogió de hombros.

—Es mi mejor amigo. No he pasado más de una semana lejos de él desde que teníamos once años. Compartimos dormitorio en Hogwarts durante 6 años, luego estuvimos un año huyendo juntos, ya sabes, por la guerra y todo eso, y cuando todo terminó nos mudamos juntos a Irlanda. Se me haría muy extraño vivir en alguna parte en donde no pudiera verle todos los días.

Soltero en Navidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora