Capítulo IX

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Una reunión familiar del clan Weasley no podía considerarse como tal sin el tradicional juego de quidditch al que media familia no podía resistirse a participar.

Se encontraban todos en el jardín trasero de la madriguera, mágicamente ampliado, vestidos con sus túnicas deportivas y sus escobas al hombro, listos para la acción. Los postes de gol eran un par de árboles que Bill, muy amablemente, había transformado previamente para que todos pudieran jugar como se debía.

Ginny refunfuñaba junto a Fleur, molesta por no poder participar en el partido a causa de lo avanzado de su embarazo, mientras su cuñada, que no tenía ningún interés en jugar, reía divertida junto a Neville ante la actitud infantil de la chica.

Se habían repartido los equipos como habían podido para que resultasen equilibrados. Jugarían solo con dos cazadores, un buscador, un guardián y un golpeador por equipo, y dado que Ginny no podía participar, y además tenían entre ellos a dos buscadores legendarios ansiosos de competir el uno contra el otro, Harry había cedido su posición insignia ante Charlie, y adoptaría el rol de cazador junto a Ron.

Fred sería el golpeador que los mantuviera alejado de las bludguers y Bill jugaría como guardameta, cerrando así el equipo.

Se enfrentarían a las siempre temibles Alicia y Angelina como cazadoras, que llevaban jugando juntas prácticamente toda la vida y ni siquiera necesitaban hablar entre ellas para sincronizarse a la perfección, al legendario Vicktor Krum como buscador, que todos sabían que nos les pondría las cosas fáciles, aunque por suerte, la habilidad claramente superior del búlgaro quedaba compensada con Audrey, la mujer de Percy, que ocupaba la posición de guardián. Si bien a la chica le gustaba el quidditch, no era una jugadora demasiado destacable.

El equipo lo cerraba George, emulando la posición de su gemelo. Todos estaban de acuerdo en que ambos equipos estaban todo lo compensados que podían estar.

Se colocaron cada uno en sus posiciones, ya elevados unos metros encima de sus escobas, atentos al sonido del silbato que usaba Percy, que haría las veces de árbitro.

Harry miró a Ron antes de comenzar y este le guiñó un ojo en actitud cómplice. Si en ese momento le recorrió un escalofrío por toda la espina dorsal, sin duda fue a causa del viento helado de diciembre.

★★★

Jack salió por la puerta trasera de la madriguera, acompañado por los señores Weasley, dispuesto a esperar a que Ron terminara de jugar al quidditch con su familia.

Presentarse así había sido una decisión repentina. No quería invadir su espacio y realmente se sentía culpable por estar robándole a Ron el escaso tiempo que podía compartir con su familia, pero realmente le gustaba ese chico y quería verle. Esperaba poder tener una mini cita después del partido, pasar un rato juntos y despedirse temprano de él para que pudiera estar con su gente. Con verle un ratito le bastaba para animarle el día.

La señora Weasley lo había recibido con la misma sonrisa cálida de siempre, pero se la notaba tensa, Jack suponía que era por haberse presentado sin avisar, se sintió un poco culpable por ello y anotó mentalmente que debía compensárselo de alguna manera. Quizás invitara a la pareja a cenar.

Una vez en el exterior, la Señora Weasley lo presentó amablemente al nada desdeñable número de integrantes de la familia que no estaba subido a una escoba, niños incluidos.

Todos fueron muy amables con él, pero al igual que a la matriarca, se los notaba tensos. Jack empezó a pensar que quizás había interrumpido algo y que debería irse, pero el Señor Weasley rápidamente le puso una copa de vino en la mano y entabló una conversación cordial con él, así que se quedó donde estaba, intentando no parecer maleducado.

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