Capítulo XIV

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Harry sentía que tenía que huir de allí cuanto antes. No importaba que fuera Nochebuena, no importaba que marcharse de esa forma tan abrupta fuera descortés para con el resto de la familia Weasley; nada importaba una mierda porque había sido un iluso y tal vez había dañado su amistad para siempre.

No había nada para él en Inglaterra, por un instante había creído que si, que existía la posibilidad de un futuro, una familia, una pareja... Pero se había dado de bruces contra la realidad y no, no se quedaría allí, no cuando su presencia solo serviría para crear tensión e incomodidad en el ambiente. Se volvía a Irlanda, volvía a su vida y lo haría esa misma noche.

Entró en la casa como una exhalación, por suerte el hogar estaba desierto, todos iban camino del pueblo, a una celebración en la que no había lugar para él. Subió las escaleras de dos en dos y abrió de un empujón la puerta del dormitorio que compartía con Ron. Empezó a recoger sus cosas, que a pesar de llevar allí solo unos días ya estaban desperdigadas por todas partes. Las arrojó en la maleta sin orden ni concierto, le importaba una mierda si la ropa se arrugaba.

Cuando lo tuvo todo recogido y a salvo dentro de su bolsa, fue hacia la puerta con intención de marcharse y no volver al menos en otros diez años, pero en el último momento miró atrás, vio las camas gemelas casi juntas, el suave color beige de las paredes desnudas, tan diferente al naranja estridente que habían lucido en sus tiempos de adolescente, cuando pisó aquella casa por primera vez. Los pósters de quidditch ya no estaban, ni siquiera quedaba de ellos la marca en la pared, había sido borrada por la pintura, aún así, Harry recordaba perfectamente donde habían estado colocados todos y cada uno de ellos.

La punzada de nostalgia en su pecho le hizo detenerse. La habitación era completamente diferente a la que él recordaba, pero en su mente, ambas imágenes se superponían. Volvió a entrar y se sentó en la cama de Ron, tal vez por última vez.

Abrió su bolsa, sacó un trozo de pergamino y escribió en él una dirección: El regalo de Navidad de Ron. Bien podía dejarle eso, sería ridículo dadas las circunstancias, pero al menos podría aprovecharlo o hacer con él lo que le diera la gana, en cualquier caso, Harry no lo quería.

Salió de la casa sin volver la vista atrás. Agradecido por la soledad del lugar, no quería ver a nadie, no podía ver a nadie. Alcanzó el límite de la propiedad y, tomando rumbo al ministerio, dispuesto a tomar el primer traslador destino Irlanda que hubiera, se desapareció.

★★★

Ron lanzaba miradas fugaces a la puerta del bar de manera constante. Esperaba ver llegar a Harry en cualquier momento, pero este parecía que se estaba tomando su tiempo.

Estaba con Jack, en un mesa un poco apartados del resto. Sus hermanos alborotaban por todo el bar, llenando la estancia de cabezas pelirrojas que iban de aquí para allá con jaras de cervezas en las manos.

Empezaba a ponerse nervioso y estaba seguro de que Jack lo notaría, quería ver a Harry. Tenían que hablar, necesitaban una conversación de verdad, habían sido interrumpidos en el cobertizo y se sentía fatal por ello, necesitaba ver a Harry. ¿Y si estaba realmente mal? ¿Por qué demonios no aparecía de una vez?

★★★

George miraba ceñudo a la mesa donde su hermano menor estaba sentado con el tipo ese de la cara de anuncio de pasta de dientes. No entendía nada, se suponía que a estas alturas ese tío ya debía ser historia.

Cuando los vio entrar juntos y sentarse un poco apartados del resto, pensó que Ron solo estaba siendo educado, que iba a mandarlo a paseo de la forma más elegante posible. Fred y él habían visto como su hermanito y Harry se escabullían detrás del cobertizo y pensaron que ya estaba todo hecho, que de ahí saldrían juntos, enamorados y felices. Pero ahora Ron estaba con Jack, no parecía estar rompiendo con él, y Harry no aparecía por ninguna parte.

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