En las redes oscuras de cada empresa, donde la ley no tiene voz ni voto y el poder se mide en balas, las mafias gobiernan a su gusto.
Sus nombres son susurros en los pasillos oscuros, pero sus acciones brillan en toda la ciudad. Mostrándose ante al...
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Kevin L.
Antes de que el arma que le apuntaba se disparara, Kevin tomó una bocanada de aire profunda y habló con la mirada centrada en el padre de Elioth, visiblemente disconforme.
—Si no expreso mi desacuerdo contra los extremos que está utilizando es porque no quiero ocasionar más problemas, y porque respeto tanto a usted, como a su hijo, pero esto es innecesario y ambos lo sabemos.
El Sr. Taylor no se movió ni un centímetro, siquiera se inmutó. Lejano a sus palabras, siguió con su vista clavada en él, expectante. Sintió que la abrumación que lo rodeaba era como una masa de aire sólido que lo oprimía. Pero, aun así, soltó un suspiro y disparo.
Al principio, el pánico se apoderó de él tan rápido como sus vellos se erizaron. Abrió los ojos que había cerrado al tirar del gatillo, pensando que tan vez ya no se encontraba en esa habitación, sino que en la cabaña en el bosque, justo después de haberse quedado dormido al ver una película con Elioth. Pero seguía ahí, frente su jefe, encerrando y con una incertidumbre inmensa.
Retuvo la respiración unos segundos, esperando cualquier cosa de parte del contrario, tal vez otro truco o un comentario al respecto. Pero solo recibió una leve sonrisa, extrañándolo. Estaba vivo, eso era obvio, ahora, ¿qué seguía?
Su respiración errática lo impacientaba más en medio del silencio, preguntando que estaría esperando de su persona, ¿a caso ya era todo? Exhaló de nuevo con fuerza, relajo sus hombros y, después de tanto suspenso, el Sr. Taylor volvió a hablar con una sonrisa.
—No fue tan difícil, ¿no? —la expresión en el rostro ajeno le dio un vuelco al estómago, era completamente consiente de los rumores que se esparcían sobre la actitud espontánea del Sr. Taylor, pero jamás imagino presenciar una situación de esta índole en su vida.
