Desperté con una sensación de vacío. Mis pensamientos eran lentos, como si una niebla espesa se hubiera instalado en mi mente. No recordaba haberme acostado. De hecho, no recordaba nada después de la cena. El techo blanco sobre mí parecía distante, como si estuviera mirándolo a través de un vidrio opaco. Intenté moverme, pero mi cuerpo se sentía pesado, casi ajeno a mí.
Dolor. Un dolor sordo en la cabeza, como si mil agujas se clavaran al mismo tiempo. Apreté los ojos y respiré profundamente, esperando que el malestar se fuera, pero no lo hizo. ¿Qué me estaba pasando?
La última imagen que tenía en mi mente era el comedor, las risas de las hermanas y los miembros del culto... después, solo oscuridad. Y luego, algo. Un niño, un ritual... y el Padre Charlie. Pero no podía estar segura. Tal vez solo había sido un sueño. Tal vez... no. La confusión me ahogaba.
Me levanté, sintiendo que mis piernas apenas me sostenían. Me acerqué al espejo, tratando de encontrarme en mi reflejo, esperando que mi rostro me diera alguna respuesta. Pero todo lo que vi fue a una mujer agotada, con ojeras profundas y el rostro pálido. Mis manos temblaban cuando las llevé al borde del camisón, deslizando el tejido por mis hombros hasta dejarlo caer al suelo.
Si lo que había pasado la noche anterior era real, debería haber señales.
Pero cuando me di la vuelta, mis ojos se detuvieron en el reflejo de mi espalda desnuda. Mi respiración se cortó.
Ahí estaban. Marcas. De un color verdoso, casi morado, cubriendo mi piel. Las toqué suavemente, y el dolor punzante me confirmó lo que mis ojos ya sabían.
Esto no era un sueño. Había pasado algo, y no sabía cómo ni por qué.
El mareo volvió con fuerza. Apoyé una mano contra la pared, buscando estabilidad mientras las imágenes borrosas de la noche anterior regresaban a mi mente, mezcladas con mi creciente temor. Algo estaba terriblemente mal, y las marcas en mi espalda eran la prueba de ello.
Me quedé mirando mi reflejo, inmóvil, como si al observarlo lo suficiente pudiera encontrar una explicación, algo que me devolviera la certeza de que todo estaba bien. Pero no lo estaba. Las marcas en mi piel eran tan reales como el aire frío que rozaba mis hombros, como la sensación de pesadez en mi cuerpo, como el miedo que crecía en el centro de mi pecho.
Traté de mantenerme firme, pero sentí que mi cuerpo cedía, débil. El dolor en mi cabeza era insoportable, como si algo intentara perforar mi cráneo desde dentro. Me llevé una mano a la frente, buscando alivio, pero no lo encontré. Respiré hondo, tratando de calmarme, intentando pensar con claridad.
Tenía que salir de allí, tenía que encontrar respuestas. Pero al mismo tiempo, algo me detenía. El miedo me decía que si salía, si empezaba a hacer preguntas, las cosas podrían empeorar.
Me arrodillé frente a la cama, como lo había hecho tantas veces para orar, pero esta vez mis palabras no eran de gratitud ni de esperanza. Eran un grito silencioso, una súplica desesperada.
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Perdóneme Padre
Mystery / ThrillerAurora llega a un convento con la esperanza de encontrar la paz y la devoción que ha buscado toda su vida. Sin embargo, al llegar a la gran hacienda que alberga el convento, descubre un lugar de lujo que nada tiene que ver con la vida austera que e...