La Madre cumplía su promesa al pie de la letra. No permitía un solo pie en el jardín trasero y dejaba pasar hambre hasta que sus rostros palidecían. Varias de ellas comenzaron a mostrar bolsas oscuras bajo los ojos, sus cuerpos rendidos por la falta de sueño y alimento, mientras sus voluntades se debilitaban en el silencio obligado. Aunque ninguna lo decía en voz alta, yo sabía que empezaban a resentirme. Era claro en la manera en que evitaban mi mirada o en sus gestos esquivos. Sin embargo, me mantenía firme en mi vigilia desde mi cuarto, haciendo mis plegarias a media voz, sin que nadie pudiera oírme. No podía darme el lujo de dormir tranquila mientras ellas sufrían penitencia.
Los días comenzaron a pasar lentamente, y cada noche era una lucha contra el cansancio. En algún momento mi cuerpo no soportó más. Sentí mis ojos cerrarse y la suavidad de la cama como una tentación irresistible. Entonces, algo me sacudió. Un cosquilleo, una presión invisible antes de abrir los ojos. Un peso extraño en el ambiente me hizo incorporarme de golpe. ¿Había sido el delirio de la falta de sueño? ¿O una paranoia que empezaba a consumir mi mente?
Pero ahí estaba él, apoyado en el umbral de la puerta, mirándome en silencio.
—¿Sabías que espiar a la gente está mal? — espeté, aún con el corazón latiendo con fuerza.
Él sonrió, esa sonrisa suya que parecía ofrecer consuelo y, al mismo tiempo, prometer algo más.
—Solo quería ver si estabas bien. Si estabas despierta —dijo con esa voz suave, casi hipnótica.
—No lo estaba —respondí, intentando sonar segura, aunque mi propia voz temblaba.
Era de noche pero una luz llenaba la habitación. Me moví lentamente hacia la ventana, y él, sin apartar la mirada de mí, siguió cada uno de mis movimientos con la atención de un cazador.
Desde la ventana, pude ver una fogata, a los miembros del culto, reunidos una vez más en el jardín. Llevaban esas túnicas blancas que tanto temía, como si fueran el uniforme de algo que no comprendía del todo, algo sagrado y oscuro al mismo tiempo. Tomé aire antes de atreverme a preguntar:
—¿Qué es lo que hacen? —sentí que mi voz se quebraba al pronunciar las palabras.
—Una ceremonia —respondió él, como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Qué clase de ceremonia? —insistí, con la mirada fija en las figuras en el jardín.
Charlie no contestó de inmediato. En su lugar, sus ojos se oscurecieron un poco, y su voz se volvió más grave cuando dijo:
—La observaste una vez. Es su forma de acercarse al Señor.
—No lo entiendo —murmuré, dando un paso atrás.
—Lo harás —aseguró él, y antes de que pudiera reaccionar, se acercó a mí. Sus dedos, tibios y suaves, se deslizaron por mi antebrazo, acariciando con delicadeza la venda que cubría mi herida, como si quisiera absorber algo de mí, algo que ni siquiera yo sabía que existía.
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Perdóneme Padre
Mystery / ThrillerAurora llega a un convento con la esperanza de encontrar la paz y la devoción que ha buscado toda su vida. Sin embargo, al llegar a la gran hacienda que alberga el convento, descubre un lugar de lujo que nada tiene que ver con la vida austera que e...