El comedor lucía diferente a la luz del día. El ambiente inquietante había desparecido y era una mañana expectante.
Sin dar tiempo a deliberar tome asiento con las hermanas. Cuando la madre superiora llamó la atención con el sonido de un tenedor.
—Hemos de dar gracias a nuestro Señor, por permitirnos sentarnos a la mesa un día más.
—Cada día es un regalo. —añadió el padre Charlie.
Sentado de forma relajada en la mesa de miembros. verlo de alguna forma ruborizaba mis mejillas. Lo que me hizo pellizcar el dorso de mi mano. Una vieja costumbre de casa.
En mi plato se encontraban dos huevos cocidos y melón fresco. Juntamos nuestras manos para orar y bendecir los alimentos.
Cuando el rezo terminó, el comedor se llenó de conversaciones suaves y el ruido de los cubiertos. A mi lado, sor Clara y sor Isabel me sonrieron con amabilidad.
—¿Dormiste bien, hermana Aurora? —preguntó sor Clara, con una calidez que me reconfortó.
—Sí, muy bien, gracias —respondí, sintiéndome un poco más a gusto entre ellas.
—Te acostumbrarás pronto —añadió sor Isabel—. Aquí el ritmo es tranquilo, pero siempre estamos ocupadas. Cualquier cosa que necesites, no dudes en pedirla.
Les devolví la sonrisa. Sus palabras amables me ayudaban a relajarme, aunque aún sentía una ligera incomodidad. En mi plato, los huevos cocidos y el melón fresco parecían sencillos, casi reconfortantes, y me dispuse a comer.
Al otro lado del comedor, noté al padre Charlie sentado en la mesa de los miembros. Su postura era recta pero relajada, con una presencia que dominaba el espacio sin esfuerzo. Hablaba animadamente con los demás, sus gestos tranquilos, y por un momento me quedé observándolo, intentando descifrar qué era lo que me inquietaba de él.
No parecía notar mi mirada, y eso me dio una sensación extraña, como si una parte de mí esperara que lo hiciera. Había algo en él que no lograba identificar, una mezcla de admiración y algo más, algo que no entendía del todo pero que me removía por dentro.
Sor Clara me dirigió otra sonrisa, ajena a mis pensamientos, y seguí comiendo, intentando ignorar ese leve malestar que Charlie provocaba en mí, aunque no sabía por qué.
Después de un rato de silencio, me sentí lo suficientemente cómoda como para preguntar:
—¿Cuál es el itinerario para hoy? Me gustaría tener una idea de lo que haremos.
Sor Clara, con una sonrisa, fue la primera en responder.
—Hoy tienes la mañana libre, hermana Aurora. Puedes descansar o hacer lo que gustes hasta las once.
—A esa hora nos reunimos en la parroquia para orar —añadió sor Isabel, mientras cortaba un trozo de melón—. Es un momento tranquilo, donde todos nos unimos para compartir nuestras oraciones y meditaciones.
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Perdóneme Padre
Misteri / ThrillerAurora llega a un convento con la esperanza de encontrar la paz y la devoción que ha buscado toda su vida. Sin embargo, al llegar a la gran hacienda que alberga el convento, descubre un lugar de lujo que nada tiene que ver con la vida austera que e...