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Park Jimin salió a toda prisa de la zanja llena de agua, su corazón martilleaba. La gélida lluvia acuchillaba a través de la noche oscura, mojando su cara y su ropa. Sin aliento, se arrodilló en el barro, sorprendido de haber llegado a la carretera en una sola pieza. Miró por encima del hombro y se estremeció. A los mapaches les gustaba frecuentar los bosques de Suwon. Unos instantes más y podría haber sido... Ahogó el pensamiento con un estremecimiento.

Con las manos temblorosas, se refregó el agua de la cara y se puso de pie.

Cuando el miedo disminuyó, miró a través de la oscuridad y apenas pudo ver su coche.

Pobre Hyundai, la parte frontal estaba bajo el agua turbulenta alrededor del capot.

—Volveré por ti. No te preocupes —le prometió, —sintiendo como si estuviera abandonando a su bebé.

Una vez en el estrecho camino rural, se apartó el pelo enredado de la cara y miró a cada lado. Oscuridad y oscuridad. Maldita sea, ¿por qué no podría haber tenido un accidente justo frente al jardín de alguien? Pero no, la casa más cercana era probablemente la que había pasado cerca de un kilómetro y medio atrás. Se dirigió hacia allí, deteniéndose para mirar al charco de agua donde su coche le había patinado justo al lado del camino. La ardilla, por supuesto, había seguido de largo. Al menos no le había golpeado.

Con la cabeza baja, caminó por el asfalto hacia la casa, mojándose cada vez más. Con suerte él no se tropezaría con algo en la oscuridad. Romperse la pierna sería el colmo de un día que había sido un desastre de principio a fin.

Primer error: arreglar un encuentro en un punto a mitad de camino en su primera cita, cuando el hombre vivía a kilómetros y kilómetros de Seúl.

Seguramente él no habría valido la pena el viaje. Jimin habría encontrado más emoción en la auditoría de las cuentas comerciales. Por otro lado, él no había parecido todo lo impresionado para su bien. Jimin hizo una mueca. Había reconocido la mirada en sus ojos, la que decía que él realmente quería un hombre alto y delgado, tipo Cha Eunwoo, sin importar que su foto publicada lo reflejaba con bastante exactitud: un Seo Changbin.

Hasta ahora, él tendría que decir que encontrar un tipo a través de Internet que había seleccionado justo en un acceso directo de una parte remota del país, era su segundo error del día.

La tía Sun-Shee siempre juraba que las cosas pasaban de tres en tres. Así que frenar por una ardilla podría considerarse como su tercer error, ¿o había otro desastre al acecho en su futuro cercano?

Se estremeció cuando el viento aulló a través de los árboles y aplastó su ropa empapada contra su cuerpo frío. No se podía detener ahora. Obstinadamente, puso un pie delante del otro, sus zapatos encharcados aplastándose a cada paso.

Una eternidad después vio un rayo de luz. El alivio se precipitó a través de él al llegar a un camino salpicado de luces colgantes. Sin duda, quien vivía aquí le permitiría quedarse hasta que pase la tormenta. Caminó a través de las ornamentadas puertas de hierro, siguiendo la línea de cerezos del camino de jardines verdes, hasta que finalmente llegó a una mansión de piedra de tres pisos. Faroles negros de hierro forjado iluminaban la entrada.

—Bonito lugar —murmuró. 

Y un poco intimidante. Se miró a sí mismo para comprobar los daños. El lodo y la lluvia manchaban sus pantalones de diseño y su blanca camisa abotonada, apenas una imagen adecuada para un conservador contable. Se veía más como algo en lo que incluso un gato se negaría a arrastrarse.

Temblando con fuerza, se cepilló la tierra e hizo una mueca, ya que sólo se manchaba más. Levantó la vista hacia las enormes puertas de hierro forjado que custodiaban la entrada. Un pequeño timbre en forma de un dragón brillaba en el panel lateral de la puerta, y él presionó.

MAESTROS DE EUFORIA 1 ⛓️ EL AMO JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora